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UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 295

Noémi respiró profundo delante de aquella puerta. Había ido a la tienda el día anterior solo para poner en su sitio al idiota del jefe de Danna que la había llamado "señora mayor". El problema era que el idiota tenía una voz y un carácter capaz de hacer callar a todos los hombres en aquella tienda, y cuando había llegado a su lado Noémi se había dado cuenta de que él ya tenía todo... en su sitio.

Había disfrutado verlo molesto cada vez que provocaba a alguno de sus clientes, y no había podido evitar maravillarse al ver cómo se le iluminaban los ojos cuando sonreía. Algo la atraía hacia él y no sabía qué era, pero sí sabía que a Levi Ferguson le pasaba lo mismo. No había dejado de mirarla mientras vendía la mercancía, y casi podía oler sus celos cuando ella besó al chico que les compró la moto de nieve.

"En qué problemas te metes, Noemi", rezongaba mientras subía la montaña en el teleférico. Solo quería esquiar un rato, olvidarse de todo y que el cuerpo se le enfriara un poco con la nieve porque la verdad era que no había dejado de pensar en él.

Y ahora estaba allí, delante de aquella puerta, escuchando el llanto del bebé que sonaba muy desesperado. Respiró profundo y entró, para encontrarse el rostro contraído del bebito y la espalda ancha y tensa de su padre.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó con voz suave y él se giró con una expresión que variaba entre la incredulidad y la sorpresa.

—¿Perdón? —murmuró.

—El llanto del bebé se escucha desde afuera —dijo Noémi con suavidad, acercándose a ellos—. ¿Está bien?

Levi cerró los ojos intentando concentrarse porque los gritos del bebé no lo dejaban ni pensar y negó.

—Solo tomó medio biberón de leche, intento sacarle el aire...

—¿El aire o los pulmones? —replicó Noémi levantando una ceja escéptica.

—¡No me jodas que no lo estoy haciendo bien! —gruñó él y se mordió el labio inferior—. Lo siento, esto me pone un poco nervioso.

Por toda respuesta Noémi se quitó los guantes y el abrigo, y se abrió el suéter ligero antes de alargar las manos hacia él.

Levi le entregó a Peter y la vio acomodarlo sobre sus pechos.

—Obvio que el bebé está más a gusto sobre un pecho suave —murmuró ella por fin acercándose a él—. Pero realmente se trata de calor, y de olor. Quítate la camiseta.

Levi se envaró ante aquella orden, pero los ojos de Noémi Keller desprendían el brillo de una lujuria totalmente controlada.

—¿Perdón?

—Quítate la ropa —repitió ella—. ¿Quieres aprender a controlar el estrés y el llanto de tu bebé? Quítate la camiseta.

Levi no sabía por qué, pero el aire parecía cargado de una extraña electricidad. Se quitó la playera sin dejar de mirarla a los ojos ni por un momento y ella no necesitó recorrerlo con la mirada para ver aquellos músculos perfectamente definidos y ese abdomen lleno de cuadritos que la hizo salivar.

Caminó hacia él despacio y le colocó al bebé con cuidado sobre el pecho, poniendo una de las mejillas sobre su pectoral izquierdo.

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