UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 296

Resumo de Capítulo 0296: UN BEBÉ PARA NAVIDAD

Resumo de Capítulo 0296 – Uma virada em UN BEBÉ PARA NAVIDAD de Day Torres

Capítulo 0296 mergulha o leitor em uma jornada emocional dentro do universo de UN BEBÉ PARA NAVIDAD, escrito por Day Torres. Com traços marcantes da literatura Romántica, este capítulo oferece um equilíbrio entre sentimento, tensão e revelações. Ideal para quem busca profundidade narrativa e conexões humanas reais.

—Cuando son así de chiquitos los calma el calor, el olor conocido y el sonido de tu corazón latiendo —murmuró acariciando al bebé. Se inclinó para darle un beso en la cabecita y Levi dejó de respirar cuando sus labios rozaron sin querer la piel de su pecho.

Peter se quedó dormido enseguida y ella se puso su abrigo dirigiéndose a la puerta.

—Te sienta la paternidad, señor Jefe —le sonrió con un guiño—. Te ves muy... comestible.

Levi casi se atragantó con su propia lengua mientras ella salía riendo, y un segundo después lo aceptaba: le gustaba aquella mujer. Mucho.

Sin embargo eso no cambiaba el hecho de que estaban en extremos opuestos del tablero. Ella era la reina, y él era solo otro de los peones en el juego.

Respiró profundo, sabiendo que posiblemente no volvería a verla, pero eso no evitó que esa noche, mientras ponía la lavadora con las sábanas sucias, volviera a pensar en ella.

Y no dejó de hacerlo. ¡Maldición, no dejaba de hacerlo! Su risa retumbaba en sus oídos y su trasero enfundado en aquella tanga era lo único que le llegaba a la memoria cuando cerraba los ojos. Lo estaba volviendo loco, loco y malhumorado e insomne, al punto de que cuando por fin Iris salió del hospital recuperada, él dejó al bebé con ella y se fue a trabajar de inmediato.

Cuando llegó arriba los carritos de carga ya estaban bajando todo frente a la puerta de su almacén. Por desgracia tenían mucho que hacer ese día, y los chicos de la entrega no pudieron ayudarlo a acomodar la mercancía, ni siquiera por una propina.

Así que Levi se arremangó el suéter y comenzó a mover adentro las cajas y a organizarlas. No había pasado ni quince minutos cuando ya estaba corriéndole el sudor por la espalda, así que apiló todo en la entrada del almacén sin ordenar y cerró la puerta para poder sacarse el suéter. Estaba secándose el sudor de la frente con él cuando aquella figura se apoyó en el marco de la puerta mordiéndose el labio inferior.

—¡Jesús, qué bien hecho está!

Levi se giró con los ojos muy abiertos al oírla.

—¿Qué dijo? —gruñó.

Noémi le sonrió con gesto suave.

—Dije "¡Jesús, qué bien hecho está!" —repitió ella sin sonrojarse—. Eres muy atractivo, seguro te lo dicen todo el tiempo.

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