Danna la miró sin tragarse aquello ni por un segundo. No tenía idea de que a pesar de tener a la familia más amorosa, Noémi cargaba con un secreto que solo ella conocía, un secreto tan difícil que ni siquiera a su propia gemela se lo había contado.
—¿Y entonces? ¿Qué vas a hacer? —le preguntó.
—Lo que siempre hago, me voy a poner sexy, voy a ir al mejor bar de la ciudad y me voy a tomar todos los Martini que quiera sin pagar ninguno.
—Porque el bar es tuyo.
—¡Pues por eso! —rio su cuñada—. Ya sé que es mala inversión pero yo también tengo caprichos —dijo Noémi y haciéndole un guiño se alejó hacia su habitación.
Danna suspiró con condescendencia. Sentía que en el fondo Noémi estaba demasiado sola, aunque estuviera rodeada de gente. Así que levantó el teléfono y marcó un número.
—Hola, jefe. Solo quería saber cómo estuvo el día. ¿No me echaste en falta? —preguntó con inocencia.
"Claro que sí. ¿Ya estás mejor?" preguntó él a su vez.
—Sí, mucho mejor... de hecho quería pasarte una invitación. Los chicos Keller saldrán hoy y mi cuñado Zack recordó que eres un obseso del esquí igual que él, así que me pidió que te lo dijera, van a estar en el bar Nix.
Levi suspiró un momento, pensativo. Hacía más de dos meses que no salía a beber con otro ser humano de su mismo género.
“No lo sé, Danna, es difícil con el bebé...”
—Oye, jefe, tú también necesitas un momento para ti, al menos una hora. Te lo mereces, siempre estás cuidando de Peter y eres un muy buen papá —lo reconvino Danna—. Además estamos hablando de Zack, es el dueño de la tienda, no le puedes despreciar una invitación.
Levi respiró profundo y luego asintió.
—Está bien, dile que iré.
Danna hizo un gesto de victoria y corrió hacia la habitación de Noémi para asegurarse de que se pusiera lo más sexy posible.
—¡¡¡No, no, nada!!!
—¡Perfecto! Entonces ¿me puedes cuidar a Peter? ¡Pago muy bien las horas de la noche! ¿A las nueve? ¿Sí? ¡Gracias! ¡Eres genial!
Para cuando cerró la puerta Levi ya tenía niñera y Freya no sabía ni qué había pasado, solo sabía que con quien fuera que follara Levi esa noche... no sería ella.
A las nueve él le entregó al bebé, los biberones y pañales, y salió disparado hacia aquel bar, a tener una noche de chicos. Cerveza, deportes, gritos roncos, y si Dios lo quería un poquito, una chica sexy que atravesara su trasero frente a él.
Por desgracia, parecía que Dios no estaba muy cariñoso con él ese día, porque apenas empujó la puerta del bar cuando sus ojos captaron aquel vestido color rojo vino, rodeando el cuerpo espectacular de una mujer risueña.
Noémi Keller tenía cuatro tipos alrededor haciendo competencia por su mirada, y encima el barman se encargaba de mantenerlos alejados, pero era obvio que ella estaba en las nubes con la atención. Rastro de los chicos Keller no había por ningún lado, así que Levi no tardó en imaginar lo que estaba pasando.
—¿De verdad tenías que recurrir a esto? —gruñó acercándose a su espalda y ella se giró sorprendida—. ¿No que eras fiel a tu palabra? ¿Qué pasó con lo de no volver a cruzarte en mi camino nunca más?
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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