Alcanzó a ver algo del maldit0 bicho. En medio de la quietud de la cabaña sus ojos fueron a lo primero que se movió velozmente hacia un rincón, y aunque no fue pacaz de atraparlo, al menos supo que tenía ocho patas y era marrón con manchas.
Por un instante se quedó paralizado, pero no era de los que se llevaban las manos a la cabeza cuando no sabía qué hacer.
Se levantó rápidamente y vestirse le tomó solo unos segundos. Se inclinó sobre Noémi y acarició su rostro.
—Quiero que cierres tus ojitos nena. Y aguanta como una mujercita porque tengo que vestirte —le dijo mientras comenzaba a ponerle la ropa—. Eso eres, tú eres una chica valiente, ¿no es cierto?
La escuchó gemir de dolor pero no gritar, a pesar de que la mancha roja alrededor de la picadura se hacía más y más grande.
—No es venenosa... no te asustes —murmuró ella y Levi sintió un nudo en la garganta. Tenía que tener un par de ovarios bien puestos para intentar tranquilizarlo a pesar del dolor que estaba pasando.
—Lo sé, no hay arañas venenosas aquí, pero la reacción alergica es otra cosa y creo que estás teniendo una —replicó Levi. la alzó en sus brazos y la llevó hasta una de las motos de nieve.
La puso frente a él y la abrazó mientras tomaba el camino de regreso tan rápido como podía. Se sentía tan impotente y asustado que casi podía sentir el corazón de Noémi latir en su pecho.
—Vamos Noe, tienes que hablarme —trató de alentarla—. ¿Esto será peor que tu bastón eléctrico?
—Idiota...
Apenas llegó con ella en brazos le abrieron paso en el teleférico, pero los minutos que tardó en bajar le parecieron infernales. Desde la estación alguien había llamado y cuando llegaron abajo ya había una ambulancia esperándola. La llevaron al hospital más cercano, pero Noémi ya estaba inconsciente cuando llegaron allí.
—Picadura de araña —anunció uno de los paramédicos empujando la camilla mientras Levi corría junto a ella sin soltar su mano.
Un médico le salió al paso para tomar sus datos y Levi sintió que se le iba el alma con ella cuando tuvo que dejarla ir.
—¡Reacción alérgica! —escuchó que gritaban tras él.
—¿Vio a la araña?
—Bueno... no mucho... o sí... es como... como un leopardito, marrón, manchas negras... feo como el infierno.
—Afortunadamente no fue una reacción alérgica grave —le dijo el doctor—. Estas arañas buscan el calor en el invierno así que es normal verla en los cobertizos y cabañas. La señorita estará bien pero... para la próxima no sea tacaño y páguese un hotel.
Levi se quedó allí con la boca abierta y expresión ofendida, cuando escuchó una risita suave y vio a Noémi con los ojos abiertos.
—¿Ves lo que me dicen por tu culpa? ¡Como si la calentura no fuera compartida! —rezongó acercándose a ella y cuando tomó su mano otra vez Levi sintió un gran alivio—. Me alegro de que estés bien.
—Siento haberte preocupado —murmuró Noémi.
—Ah, me voy a acostumbrando, tú ya vienes con predisposición al desastre, voy a ir reuniendo para comprarme el casco, el chaleco antibalas...
—¡Muy gracioso!
Levi tiró de una silla y se sentó junto a ella, haciéndole compañía hasta que su familia llegó. Por supuesto él le había avisado a Danna y Danna le había avisado a Loan, y el hermano de Noémi había llegado en plan sobreprotector y patriarcal.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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