—¡Yo lo que quiero es que me digas qué diablos hacías en la cabañita del lago! ¡¿No podías invitarme!? ¡Yo te hubiera cuidado! ¿Cómo diablos fue que dejaste que te picara una araña? ¿No podías relajarte en un spa como las mujeres normales? ¿Qué hacías ahí arriba? —gruñó Loan.
Noemi respiró profundo y se encogió de hombros.
—¿Quieres que te explique la metáfora de la flor y la abejita o sí entiendes directamente si te digo que me estaban polinizando? —respondió.
Levi cerró los ojos ahogando una carcajada y Loan lo miró feo, poniéndose colorado.
—¿En serio no te pudiste conseguir algo más normal? —siseó Loan.
—¡Oye no le digas así, es muy lindo!
—¡Cállate, le estaba hablando a él! —replicó Loan y se giró hacia Levi—. ¿Estás seguro de en lo que te estás metiendo?
Levi miró a Noémi y sonrió con tranquilidad.
—Sé que no me estoy metiendo en nada y ella tampoco, no te preocupes —aseguró con tono suave.
—¡Y hablando de meter! Danna, dile a la enfermera que me traiga una píldora del día después ahora mismo —le pidió Noémi.
—¿Pero esa píldora no es para el día "después" o es para la post polinización directa? —preguntó Danna.
—¡Hey, si ella dice ahora, se la traen ahora! —declaró Levi.
Loan puso los ojos en blanco, le juró no sé qué a todos los dioses y salió de la habitación seguido de Danna, que se detuvo y antes de cerrar la puerta volvió a asomar la cabeza.
—¡Bzzzzz, bzzzzz, bzzzzz!
Levi rio acercándose a la cama de nuevo y negó con un suspiro.
—Ellos no entienden —murmuró Noémi.
—No, ellos no entienden, pero con que nosotros entendamos ya basta —respondió Levi—. Y por cierto, que quede constancia que no hubo polinización por culpa de la maldit@ araña.
—Ya lo sé, pero así me ahorro un viaje a la farmacia, porque imagino que todavía tienes intención de... polinizarme, ¿o no? —le hizo un guiño y él no pudo evitar reír.
Esa tarde después de regresar a casa, ya estaba pensando en pasar un momento a verla cuando alguien tocó al timbre de su departamento. Levi abrió la puerta de inmediato y se quedó sorprendido al ver quién era.
—Noémi... ¿estás bien? ¿Ya te sientes mejor? —preguntó abrazándola brevemente a modo de saludo.
Ella miró alrededor con calma.
—¿Me invitas a pasar?
—¡Sí! ¡Sí, claro! ¡Entra! Y perdona el desorden... honestamente desde que tengo a Peter no sé cómo es que me baño sin comerme en jabón —exclamó él mientras recogía algunas ropitas sucias del bebé de encima de los muebles y las llevaba al cuarto de lavado.
Puso orden en cinco minutos mientras ella se sentaba frente al cochecito de Peter y se enternecía mimándolo.
—Ahora sí —suspiró Levi llegando junto a ella—. Dime que estás bien, dime algo bueno.
Noémi sonrió poniéndose de pie.
—Pues... estoy bien, pero vengo a despedirme.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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