UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 307

"Tienes un desorden mental severo. ¿Eres loca así las veinticuatro horas o te tomas alguna pausa para descansar?"

Por toda respuesta Noémi le envió una foto de su lengua.

Hablar con ella era simple, todo era simple, o sexual o crudo. No había corazones ni preguntas de doble sentido ni reclamos. Era una mujer trabajadora, él era un hombre con un trabajo. Él tenía un hijo, ella tenía sus propias complicaciones. Quizás por eso respetaban sus límites y empezaban a disfrutar realmente uno del otro.

"¿Despierta o babeando?", le escribió Levi tres días después.

"Babeando por ti... pero trabajando :("

Él miró su reloj, si era honesto no había esperado que ella le respondiera tan tarde.

"Sé que no me corresponde, pero no estás durmiendo mucho últimamente", le advirtió.

"Y lo peor es que cuando duermo no descanso, mi cerebro sigue andando y me levanto peor". Noémi miró el reloj que marcaba las tres de la madrugada y luego a la montaña de papeles que le quedaban por revisar. "Quisiera que estuvieras aquí, necesito relajarme".

"¿Un masaje?"

"¿Tú que crees?"

"Sexo violento y mínimo tres orgasmos". Levi sonrió mientras lo escribía y más cuando recibió la respuesta.

Noémi Keller era una millonaria y no de las idiotas, iba rodeada de tipos con trajes de cuatro mil francos, que era más de lo que él en un mes trabajando. Y él se sentía como un niño junto a aquella mujer tan exitosa. Retrocedió un paso, intentando camuflarse con el resto de la gente pero ella de repente se detuvo en seco, frunció el ceño, levantó la cabeza como si lo presintiera y paseó la vista por la habitación hasta encontrarlo.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente y levantó una mano para apartar a la siguiente persona que intentó pasarle una llamada.

—Ahora no. —Levi leyó sus labios y entendió el gesto que hizo para que todos se quedaran atrás mientras se acercaba a él—. ¿Levi? —preguntó ella dándole un abrazo corto pero sincero—. ¿Qué haces aquí? ¿Está todo bien? ¿¡Peter!? ¿El bebé está bien?

Levi no se dio cuenta en ese momento de cuánto agradecía que primero pensara en su hijo, porque realmente en aquel momento solo intentaba atravesar la vergüenza que sentía al estar en el lugar equivocado, con ropa informal y frente a una mujer con la que solo había acordado tener sexo.

—Sí... sí, Peter está bien —respondió sin mirarla mientras se rascaba la frente con una mueca—. Es solo que... ¡Maldición! ayer dijiste que estabas estresada, que ojalá yo estuviera aquí... ¡y no sé! Dije ¿por qué no? Y se me ocurrió esta… idea estúpida de venir a verte... Lo siento, de verdad lo siento... no debí venir.

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