Levi quería que la tierra se lo tragara. ¡¿Cómo se le había ocurrido ir a buscarla?! Ella parecía la reina y él el tipo que le arreglaba el jardín a una de sus muchas casas de verano.
—Lo siento, de verdad lo siento... no debí venir —murmuró pero lo siguiente que escuchó fue una risa traviesa y subió los ojos para mirarla. Ella no tenía nada de enojada.
—Es raro verte nervioso —dijo muy bajo.
—No me gusta estar fuera de lugar y aquí evidentemente lo estoy. Disculpa, no quiero crearte problemas.
Noémi puso los ojos en blanco antes de sonreír.
—De hecho... creo que es la mejor idea de que has tenido en tu vida, solo lamento que sea un momento tan malo para mí porque estoy a punto de subirme a un avión —replicó—. Así que ¿qué tal si me ofreces tu brazo como el caballero que eres y al menos me acompañas al aeropuerto?
Levi pestañeó despacio. ¿Que saliera de allí con ella?
—A menos que no quieras —murmuró Noémi y un instante después Levi extendía su brazo hacia ella.
Noémi se colgó de él y caminó a su lado con toda la parsimonia hasta el sedán de lujo que estaba estacionado en la entrada frontal. Levi vio que el resto de los ejecutivos se subían a otros tres autos que había detrás, y cuando se sentó junto a Noémi, ella ya estaba subiendo el panel central que independizaba la parte trasera del coche.
Apenas el cristal negro tocó el techo, la boca de Noémi se estampó contra la suya en un beso urgente y necesitado. Levi enlazó su cintura y la elevó hasta sentarla a horcajadas sobre él, sin que a ninguno de los dos le importara aquella ropa elegante que llevaba.
—¡Dios, estaba agonizando por hacer esto! —jadeó Noémi dejándose envolver por su calor—. No sé cómo hice para no saltarte encima apenas te vi.
Restregó su nariz a lo largo de su cuello y Levi sonrió con un estremecimiento.
—La prensa te lincharía si te vieran conmigo —murmuró.
—Para que conste, si no fuera por Peter, yo también me dejaría secuestrar —le aseguró él mientras acariciaba su rostro. Él también se quedaba peor, pero si era honesto, le estaba gustando toda aquella anticipación—. ¿Te vas por mucho tiempo?
—No —murmuró Noémi con los ojos cerrados—. Voy a París por algunos días, pero espero regresar lo más pronto posible porque cada vez que salgo por trabajo ¿adivina qué?
—¿Se te acumula más trabajo?
Noémi hizo un puchero y volvió a besarlo.
—¡Cómo me conoces!
Levi se aguantó la carcajada y luego suspiró mientras ella se acomodaba la ropa lo mejor que podía. Un minuto después llegaron al aeropuerto y ella se bajó con la misma elegancia con la que se había subido. Le dio un abrazo suave a Levi y un beso en la mejilla antes de girarse hacia su chofer.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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