Levi le dirigió una mirada asesina. Paseaba de la habitación de un lado a otro hasta que finalmente se dio por vencido y se metió a bañar.
Noémi se rio por lo bajo mientras le daba un beso al bebé y lo acostaba en su cunita, rendido por fin... y ni siquiera tuvo tiempo de girarse. Una mano cubrió su boca y el cuerpo caliente de Levi se pegó a su espalda apretando aquella erección desenfrenada contra la curva de su trasero.
—Toma el monitor —le ordenó con una voz ronca y profunda que la hizo jadear de anticipación.
Noémi alargó la mano y encontró el monitor del bebé, encendiéndolo mientras él la arrastraba fuera del cuarto de Peter y cerraba la puerta. Lo siguiente que supo fue que tenía la espalda pegada a una pared y la boca de aquel hombre la dominaba por completo. Podía sentir como sus manos la recorrían con deseo y su lengua bailaba furiosa en aquel beso.
Quería perderse en el calor de su cuerpo, en sus manos explorando a su antojo y levantándole la falda para deslizar sus dedos por entre sus muslos ansiosos.
Ella se mordió el labio para no gritar cuando Levi comenzó a acariciarla. Su lengua bailaba en la boca de Noémi proporcionándole un placer que la hacía sentir viva y deseada.
Noémi se aferró a sus hombros desnudos, sintiendo las gotas frías de agua que recorrían su espalda. Estaba húmedo y eso era lo más erótico del mundo.
—Voy a follarte duro, nena —advirtió él en su oído con un tono autoritario que la hizo temblar por dentro—. Voy a follarte hasta que no puedas caminar, hasta que grites de placer o de dolor, pero te garantizo que vas a gritar esta noche.
Sus labios se abrieron como un manantial mientras él trazaba el contorno de sus pechos, acariciando sus pezones duros y erectos antes de lamerlos con ansia. Ella no pudo evitar gemir cuando Levi comenzó a morderla, acariciando con lengua y dientes cada centímetro de su abdomen, pero antes de que tocara un pedacito de cielo, él la levantó, haciéndola enredar las piernas en su cintura y llevándosela a su propia habitación.
Lo siguiente que Noemi supo era que estaba de rodillas sobre una cama, jadeando mientras Levi controlaba su cabeza, haciendo que casi pegara los pechos a las sábanas, y dejando su trasero alzado para deleitarle la vista. Bajó su boca a la altura de su miembro, la miró a los ojos y acarició sus labios con la punta del pulgar antes de sonreír.
—Empieza —le ordenó con un gruñido de necesidad—, y guarda energías, nena, porque esta noche será larga... muy larga.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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