UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 314

Cuatro minutos contados por el reloj antes de que aquella vocecita se alzara con un chillido estridente que significaba "tengo hambre".

—¡Tengo el biberón!

—¡Tengo al bebé! —rio Noémi acomodándose en la mecedora con Peter y Levi se quedó mirándola embobado.

Se había bañado a la carrera y se había puesto una de sus playeras que le tapaba hasta los muslos, pero era imposible que no se le viera esa curva tentadora y peligrosa de su trasero.

—¡Me vas a matar del corazón...!

—¡Levi, el biberón! —lo apuró ella y de inmediato Peter estaba calmadito tomando su fórmula, con una de sus pequeñas manitos metida en el calorcito entre los pechos de Noemi—. ¡Ja, no hay discusión, tiene a quién salir provechado!

Levi la miró mientras alimentaba al bebé. Para ser alguien que no quería tener hijos propios, los niños se le daban muy bien, pero estaba seguro de que ella tenía motivos que no estaba dispuesto a cuestionar. En pocos minutos Peter se bebió su leche, Levi le sacó el airecito y Noémi lo durmió en dos balanceos.

Ella ya sentía que sus ojos se cerraban cuando Levi regresó de acostar al bebé en su cunita.

Levi la levantó en brazos con cuidado y la llevó hasta su cama, acostándola sobre las sábanas suaves. La observó con dulzura mientras acariciaba sus mejillas ahora marcadas por el exceso de felicidad.

Noémi se sentía tan relajada como si estuviera flotando, como si todo a su alrededor hubiera desaparecido y ya no existiera nada más que el calor que Levi proyectaba. Se dejó llevar por él, sintiéndose increíblemente segura entre sus brazos.

—Bueno, no es tan malo después de todo, tenemos tres horas hasta que se despierte de nuevo —se emocionó Levi.

—Tú no aguantas tres horas seguidas, campeón.

—¡Oye, más respeto! —protestó él mientras recostaba la cabeza sobre las almohadas y se acostaba junto a ella—. Además Peter se durmió rápido, normalmente me toma casi una hora hacer que vuelva a dormirse. Eres como una mantita de seguridad.

Noémi rio.

—Si supieras, era terrible con los niños —murmuró—. Luego llegó mi primera sobrina y... no sé, supongo que los niños sacan lo mejor de uno.

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