Levi abrió la puerta y encontró a Noemi al otro lado, con el rostro cansado y demacrado, los ojos bajos y una sonrisa que intentaba ser sincera. Parecía casi apoyada en el marco de la puerta, como si estuviera a punto de caerse en cualquier momento.
—¿Nena? ¿Qué te pasa? —preguntó sin saber qué más decir—. ¿Estás bien?
Ella sacudió ligeramente la cabeza y apoyó la frente en su hombro.
—Estoy cansada... —murmuró.
Levi abrió más la puerta y se hizo a un lado, pasando un brazo sobre sus hombros y empujándola suavemente para que entrara.
—Ven, entra —dijo en voz baja.
Noemi entró lentamente en la casa, pero sus ojos parecían buscar un rincón donde pudiera acurrucarse.
—¿Quieres beber algo? ¿Tienes hambre?
Noemi negó con la cabeza.
—No, gracias. ¿Peter?
—Rendido.
Él la estudió un momento. Parecía muy cansada.
—Noe, ¿hace cuánto que no duermes? —preguntó acariciando sus brazos arriba y abajo.
Ella hizo un puchero intentando recordar.
—No lo sé... ¿tres días?
Levi respiró profundo y la acercó a él, dándole un beso suave en la frente.
—Creo que es hora de un baño —sentenció.
Noemi asintió en silencio, estaba tensa, las cosas en el trabajo no iban del todo bien y era algo que simplemente no podía compartir con sus padres.
EL agua se hizo demasiado caliente, los gemidos demasiado altos y el calor demasiado intenso mientras los dos estallaban en un clímax profundo y poderoso. Noemi se derrumbó sobre el pecho de Levi y un minuto después él podía sentir la respiración acompasada de su sueño.
Noémi dormía por fin. A pesar del cansancio que sentía, una sensación de satisfacción empezó a invadir su cuerpo.
Después de algunos minutos Levi la sacó del baño, la secó con una toalla grande y la metió debajo de las mantas.
El fuego crepitaba en un rincón, creando un ambiente cálido y acogedor.
Levi miró a Noemi con dulzura, se deslizó detrás de ella y la rodeó con los brazos, estrechándola con fuerza mientras los dos se acurrucaban bajo el edredón. Noemi se durmió abrazada a él, con el cuerpo relajado y la mente por fin en paz, y él se quedó un rato despierto, vigilándola mientras dormía. Quería asegurarse de que estaba bien, de que se sentía segura y reconfortada.
—Despierta rayito de sol —fueron las primeras palabras que escuchó ella al día siguiente y abrió los ojos para ver a Peter braceando suavemente junto a ella.
—¡Hola, príncipe! —saludó llenándolo de besos mientras Levi reía porque parecían dos bebés juntos—. ¡Qué bien te has portado últimamente!
—Eso es porque su papá ya aprendió a poner la alarma para justo antes de que chille —le dijo Levi, poniendo en sus manos aquella taza de café—. ¿Te sientes mejor?
Noémi asintió. El cansancio que antes la agobiaba había desaparecido y se sentía satisfecha. Él se sentó con la espalda apoyada en la cabecera de la cama y ella se acurrucó en sus brazos. Permanecieron tumbados unos instantes, disfrutando de su mutua compañía y de los juegos del bebé, antes de levantarse por fin de la cama.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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