UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 319

—¿Tan mal están las cosas? —preguntó con preocupación y ella negó.

—No me gusta hacer tormentas en un vaso de agua pero... bueno estamos haciendo algunas adquisiciones hostiles, bancos pequeños que no han conseguido desarrollarse bien o que intentan hacernos competencia, y por supuesto eso no les agrada mucho —murmuró con un suspiro—. Hay uno en particular, Axel Grimma, que se lo tomó de la peor forma posible.

—¿Y tiene que hacerlo? Digo... ¿No hay para todos? —preguntó Levi mientras preparaba el desayuno y Noémi sonrió porque a veces él podía ser hermosamente ingenuo.

—Bueno, ¿cuándo fue la última vez que le cediste el paso a otro esquiador y le dijiste "venga, gáname, te doy la oportunidad" —preguntó ella.

—Nunca —replicó Levi como si fuera obvio.

—¿Y por qué no? ¿No hay para todos? —lo provocó Noémi y él le sacó la lengua.

—Ya entiendo, ya entiendo. No quieres darle oportunidad a la competencia.

—Por supuesto que no, negocios son negocios y yo soy uno de los peces grandes, si nadan a mi alrededor sin saber en lo que se meten, por supuesto que me los comeré —sentenció ella.

Levi llegó a su lado y tiró de su cuerpo para pegarlo al suyo.

—Está bien, pero tienes que prometerme que vas a cuidarte más. Tienes que dormir, al menos haz un esfuerzo.

—Es que no es fácil...

—¡Anoche dormiste!

—¡Anoche me ayudaste! —replicó ella y los dos se quedaron mirándose por un largo instante—. ¿Y si vienes conmigo? —le pidió—. Solo por unos días, hasta que todo el asunto de la adquisición termine... —Esperó su respuesta por unos instantes y luego negó—. Deja, olvídalo, no tengo derecho a molestarte así. Tú ya estás bastante ocupado con Peter y la tienda...

—Tengo vacaciones —la interrumpió Levi—. No me tomé las del año pasado, quizás si hablo con Danna... a lo mejor podría irme un par de semanas.

Noémi sintió que el corazón se le aceleraba y lo abrazó.

—Mi sobrina Adriana se quedó conmigo por un tiempo, solo cambié todo de rosa a azul, no fue gran cosa —respondió ella restándole importancia—. ¿Quieres que pidamos algo de comer?

Levi otra vez decidió y esa noche la hizo descansar de nuevo, mientras pensaba en cómo serían las cosas al día siguiente.

—Escucha —dijo mientras la ayudaba a ponerse la gabardina blanca junto a la puerta—. Sé que tienes que trabajar, pero necesito que me regales algunas horas de tu día —sentenció con firmeza—. De una a dos y treinta de la tarde eres mía, voy a pasar por ti porque tienes que comer y dormir al menos media hora. ¿Comprendes?

—¿Me vas a entrenar? —sonrió Noémi.

—Tu cerebro es un deportista de alto rendimiento y yo sé cómo trabajar con esos —replicó él—. Así que no te vas a saltar las horas de comida ni de descanso, vas a estar aquí a la hora que yo diga y te vas a portar bien, ¿entendido?

Noémi se mordió el labio inferior y se colgó de su boca con un beso coqueto.

—Entendido, señor Jefe.

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