Levi ni siquiera era capaz de pensar mientras abordaba aquel avión hacia Zúrich, solo sabía que donde volver a pisar tierra, allí estaría Noémi. Estaba decidido a encontrarla y, a pesar de las muchas cosas que tenía en contra en aquel momento, estaba decidido a hablar con ella.
Cerró los ojos y trató de no imaginar lo que ella había sufrido en aquellos meses. Ni siquiera quería que le pasara por la cabeza su día a día. Sabía que Noémi era obsesiva con el trabajo, así que probablemente solo hubiera estado peor de lo normal, sin comer, sin dormir y con el italiano ocupando el lugar de consuelo que él le había dejado... completamente libre.
El avión despegó y Levi acarició la espaldita de su hijo para calmarlo. Peter había crecido muchísimo en casi medio año y muy pronto comenzaría a caminar. En el mismo momento en que comenzaron a sobrevolar Zúrich para aterrizar, Levi sintió que la expectación lo dominaba. Estaba tan cerca de encontrarla que lo sentía en los huesos.
Atravesó el bullicioso aeropuerto y tomó un taxi directamente hasta el edificio de su departamento, tocó varias veces a la puerta pero tres o cuatro recibos acumulados en el bajo de la puerta le confirmaron que no estaba allí desde hacía días. Se dirigió al banco a preguntar por ella, y por suerte una de las asistentes de Noémi lo reconoció de inmediato.
—Señor Ferguson... La señora Keller no se encuentra. Se fue de viaje a Lucerna hace algunos días para el nacimiento de su sobrina —le explicó la muchacha—. Pero hasta donde tengo entendido, hoy en la noche debe regresar, porque tiene una reunión muy importante mañana a primera hora.
Levi agradeció con amabilidad y se fue de regreso al centro de la ciudad. encontró un hotel un la acera frente al edificio de Noémi y rentó una habitación. Acomodó al bebé en su bambineto y se sentó en la ventana, solo esperando a que las luces de aquel departamento se encendieran.
Y no tendría que esperar mucho, porque justo en aquel momento Noémi estaba celebrando la llegada de su sobrinita.
—Esto es de Chiara —dijo entregándole a su hermano Loan una cajita de terciopelo. Adentro había una hermosa cadenita con el nombre de su hija recién nacida—. Me dijo que sabía que ese era tu nombre favorito, desde que le dije que sería niña lo mandó a hacer.
—¿Ella está bien? —preguntó Loan preocupado.
—Sabes que estaría aquí si pudiera —dijo Noémi—. Pero dentro de todo está bien. Jhon la sigue buscando, pero no va a llegar a ella.
—No creí que fuera capaz de hacer lo que hizo... —murmuró Loan con impotencia.
Y realmente confiaba en eso. Aunque su familia creyera que Nino era un completo desconocido, la verdad era que después de cinco meses ya no lo era.
Todos habían cometido un error al confiar en Jhon, su gemela lo estaba pagando muy caro, y ella había hecho lo posible por salvar no solo su patrimonio sino el de toda la familia.
"Un imperio de cincuenta años destruido por un solo hombre", pensó con cansancio. Después de todo Nino era su mejor oportunidad de no repetir el error de Chiara.
Noémi disfrutó un rato de su nueva sobrinita y luego se subió a su auto para parcharse a Zúrich. Necesitaba el camino para pensar, para replantearse sus decisiones, pero la realidad era muy simple: había dado su palabra, y no iba a faltar a ella ahora que Nino la había sacado del pozo de desesperación en que la había encontrado.
Llegó a su departamento y abrió la puerta. Se sentía impersonal y vacío. Miró el blanco vestido que estaba colgado en una percha en la sala. En tres días se casaría con él, y como le había dicho a su hermano, no había nadie que se lo impidiera.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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