—No... no sabía que habías regresado —murmuró Levi, impresionado.
—Hace unos días —respondió ella sin darle importancia—. Señor Larsen, ¿tengo entendido que quiere comprar la montaña?
Los negocios eran lo suyo, Levi lo sabía, así que en lugar de la frialdad solo vio que seguía siendo tan profesional como siempre.
—Quiero invertir aquí, pero necesito asesoría porque no conozco las leyes de inversión inmobiliaria en Suiza —aceptó Oskar.
—En ese caso, el Asterion Bank estará encantado de patrocinarle un fideicomiso que cubra todos los gastos —añadió Noémi—. Si me dan acceso a las instalaciones mis asistentes pueden comenzar a trabajar de inmediato.
Larsen no se hizo de rogar y en cuestión de minutos se habían quedado los tres solos.
—Bien, yo voy a ver a Isak. Señora Keller, cualquier duda que tenga puede consultarla con Levi, él sabe mucho sobre las pistas —le sonrió Oskar antes de salir y cerrar la puerta tras él.
Levi pasó saliva y la miró.
—Tú... te ves muy bien —murmuró rascándose la nuca—. Y... te bronceaste.
Noémi pestañeó despacio mientras dejaba su gabardina y su bolsa sobre la única mesa del pequeño mirador.
—Fue un largo paseo —respondió—. ¿Peter y tú han estado bien? —Él asintió y el silencio incómodo se extendió hasta que Noémi reaccionó—. Será mejor que vaya a a cambiarme para bajar a las pistas. Con permiso.
Tomó su bolsa y salió apurada y Levi la esperó, caminando desesperado de un lado al otro del corredor mientras sus emociones se disparaban. Noémi salió de los vestidores con ropa cómoda de montaña y los dos fueron a lo alto de la pista sin decir una palabra.
El paisaje era precioso, pero la verdad era que ninguno de los dos era capaz de concentrarse en él.
—No creí que realmente fueras a quedarte —dijo Noémi de repente—. Pensé que volverías a Noruega, después de todo eso era lo mejor para ti y para Peter, pero cuando Larsen me llamó...
Levi dio un paso hacia ella y el primer instinto de Noemi fue retroceder, aunque con los esquís se le hacía difícil.
—¿Por qué no llevas tu anillo? —la interrogó él y Noémi abrió mucho los ojos.
¿Cómo lo había notado tan de prisa?
—Bueno... no me parece bien usarlo para esquiar, se puede perder... —intentó justificarse.
—Tampoco lo llevabas cuando llegaste.
—He estado pensándolo desde el mismo momento en que nos casamos —confesó el italiano—. Tú eres una gran mujer, amore mio, amas con firmeza, amas con convicción... pero no me amas a mí. Te quiero, no creo que eso cambie, pero el amor para mí es diferente. Yo amo con desesperación, amo como si estuviera a punto de morir, como si no existiera nada más, y tú y yo... jamás tendremos eso. Los dos somos capaces de quemar, pero por medios muy diferentes.
Noémi había sonreído. Había llegado a querer a Nino Ambrosio con sinceridad, y sabía que tenía razón. Él merecía quien lo quisiera como si fuera el último hombre sobre la tierra, con su drama, sus amores imposibles y su final feliz lleno de chiquillos corriendo por aquella mansión de Santorini.
—Prométeme que vas a ser feliz sin mí —le había dicho Noémi.
—Te prometo que encontraré otra hoguera en la que arder, amore mio.
Y ninguno de los dos sabía que un día no muy lejano "la hoguera" lo miraría de arriba abajo como si fuera una cucaracha y le haría el postre con sal solo por joderlo ¡porque a ella nadie le corregía su cocina!
Noémi sonrió pensando en él y bajó la montaña esquiando hasta llegar a ese pequeño recodo donde Levi había logrado detenerse.
—Estamos trabajando, señor Ferguson, y por lo que veo lo haremos durante un tiempo, así que procure comportarse como un caballero.
Levi sonrió mientras la veía irse y suspiró.
—¡Siéntate a esperar, nena, siéntate!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
When reading the parts containing images accompanied by random words, it feels really uncomfortable. Perhaps I and many readers will leave this website....