Noémi respiró profundamente el aire de la montaña y sintió que el corazón se calmaba. Por fin todo estaba bien.
Finalmente llegó a la base y esperó pacientemente a que Levi se le uniera en el mirador.
—Me has decepcionado completamente —suspiró Larsen con dramatismo—. ¿Cómo pudiste dejar que te ganara en tu propio deporte?
Levi sonrió divertido y se encogió de hombros.
—¡Me tomó desprevenido! —se defendió mientras la veía sonreír por lo bajo.
—¿Y bien, señora Keller? ¿Cree que podré convertir esta estación en mi nuevo humilde refugio de esquí —dijo el hombre con voz grave.
Noémi se carcajeó mientras negaba.
—Pues de humilde no tendrá anda, señor Larsen, pero si piensa expandir la estación, es necesario que yo revise también lo que piensa hacer en el futuro.
Larsen le hizo una señal para que se acercara a la mesa, abrió un gran mapa de la zona y señaló algunos lugares.
—Estas son las pistas de esquí que pienso abrir —dijo—. Creo que son las mejores de la zona... bueno Levi cree que son las mejores de la zona —aclaró—. ¿Cree que pueda confiar en él?
Noémi miró el mapa y luego subió la vista para clavarla en Levi. Ya se lo imaginaba esquiando por esas pistas, con el aire frío en la cara y la nieve bajo los esquís.
—Si se trata de nieve... Sí, claro que puede confiar en él —respondió, pero a él no le pasó desapercibida la indirecta.
—¿Entonces, le gustaría echar un vistazo fuera?
Noémi sonrió y asintió.
—Por supuesto, pero tendrá que ser mañana, señor Larsen. Creo que este no es un buen momento para conocer mejor la zona, está a punto de anochecer.
—Muy bien, nos vemos mañana entonces. El señor Ferguson se encargará de usted —le sonrió Larsen emocionado y Noémi se despidió de los dos.
Levi sintió que se le hacía un nudo en la garganta mientras la veía reunirse de nuevo con aquella comitiva de asistentes y subir al teleférico.
—¡Pues a lo mejor lo solucionamos! —dijo Isak—. La gente mete todo tipo de cosas en resina.
—¿Tu cabeza se puede?
—¡Vamos coach, no te estreses, nosotros lo arreglamos! —dijo otro de los chicos y echaron a Levi fuera de la cocina.
El equipo lo quería, eso era indudable, y se habían asustado bastante al saber que no volvería a Noruega, así que si tenían que ayudarlo a conquistar a la señorita estirada, entonces lo harían.
Levi no preguntó, pero al otro día no tuvo que levantarlos de la cama a entrenar. A las seis estaban todos de pie y en la cima de la montaña, bajando por las demás pistas y dejando un rastro rojo sobre la nieve. Él se quedó impresionado cuando vio lo que habían hecho.
—¡Dios, ustedes son mejores para esto que yo! —exclamó anonadado.
—Lo sabemos —rio Isak—. Solo tenga cuidado, coach, como a media pista, al este, hay un pozo de nieve. Le pusimos un banderín para prevenir, no se vaya a caer nadie ahí.
—Entendido. —Levi les agradeció y los mandó a hacer su entrenamiento mientras él esperaba impaciente por Noémi.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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