Noémi y los muchachos escucharon el rugido de la tormenta como si fuera una advertencia.
—¡Tiene que ser una broma! —gruñó ella—. ¡O sea, si logro encapsular mi mala suerte de este año podría venderla como un arma de destrucción masiva!
Los chicos rieron y uno de ellos negó.
—Falta mucho todavía para que comience. Además, había amenaza de mal clima desde hace una semana. Vamos a seguir.
Noémi no supo exactamente cuánto tiempo pasó, solo que para ella era demasiado, simplemente demasiado. Por fin llegaron a aquel improvisado jardín en la montaña y los chicos rodearon el banderín que marcaba el pozo.
Noémi contuvo la respiración antes de asomarse al boquete y respiró aliviada cuando lo vio una sombra dando saltitos de un pie a otro, intentando mantenerse en movimiento y la sangre circulando.
—¡Levil! —gritó llamando su atención—. ¡Levi, ¿estás ahí?!
—¡Claro que no estoy aquí! ¡Esta es mi puñetera proyección astral! —respondió él bufando de frío.
—¡No seas idiota, estoy nerviosa! —replicó ella dándose cuenta de que había preguntado una tontería.
Los muchachos también se asomaron y uno de ellos gritó:
—Rápido, pásame la cuerda y el arnés. ¡Tenemos que sacarlo de ahí!
Los otros asintieron y comenzaron a desenrollar el equipo que habían traído. dos chicos se ajustaron un extremos alrededor de las cinturas para hacer contrapeso y los otros lo bajaron al pozo con cuidado. Levi se apresuró a ponérselo y hacer el amarre con dedos temblorosos, y un par de minutos después estaba listo.
—Bien, vamos, ¡tiren!
Los chicos se afincaron en la nieve e hicieron peso jugando con la gravedad, finalmente los cinco tiraron de él, y con un gran esfuerzo, lograron sacarlo a la superficie.
Noémi corrió hacia él y le despejó la cara, cubierta por una fina película de escarcha. Levi temblaba incontrolablemente, sus labios estaban azules de frío. Pero abrazarlo no era la mejor opción para tratar de calentarlo. Isak encendió un radiador portátil para emergencia en un instante y todos se reunieron en torno a él, como un pequeño iglú humano para que pudiera al menos desentumecer sus manos y sus pies.
Los ojos de Levi buscaron a Noémi, que se comportaba con entereza, pero aun así podía ver la preocupación reflejada en toda su cara.
—¿Estás bien? —le preguntó con ansiedad y ella asintió.
—Tranquila, ya mandé a llamar a un médico privado de confianza que los examinará a todos. Ahora vamos a la mansión, donde podremos estar tranquilos.
Levi escuchó el plan con agradecimiento y suspiró aliviado. Estaba deseando tumbarse en una cama calentita y olvidarse de todo. El señor Larsen dio las órdenes pertinentes y enseguida las motos de nieve se pusieron rumbo hacia casa.
La mansión era lo mejor que había cerca de la base de aquella montaña. Los chicos de inmediato se dirigieron a sus habitaciones, a quitarse la ropa mojada por aguanieve, y Oskar se giró hacia Noémi.
—Señora Keller, puedo hacer que una de mis camionetas la lleve de vuelta a Zúrich, pero la tormenta estará aquí en un par de horas y viene precisamente en esa dirección, así que no le recomiendo viajar hacia ella. Tenemos habitaciones de sobra y por supuesto que la trataremos como a nuestra invitada más especial.
Noémi sabía que el hombre hablaba con conocimiento de causa así que decidió no arriesgarse, ya en bastante peligro había estado en las últimas horas.
—Gracias, señor Larsen, solo necesito descansar un poco y estaré bien —respondió ella y miró a Levi, que se recostaba en una de las columnas del recibidor esperando por su decisión—. Creo que alguien debería ayudar al cubito de hielo a entrar en calor —murmuró y Oskar hizo un gesto ligero.
—El cubito de hielo se va a su casa... con permiso... —murmuró Levi abrazándose con las mantas y dirigiéndose hacia uno de los corredores.
—No se preocupe, en un momento llega el doctor y con él deben venir un par de enfermeras —le dijo Oskar a Noémi—. Ya ellas se encargarán de desvestirlo, bañarlo, frotarlo... y todo lo que haga falta para que se caliente.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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