Jhon miró por décima vez el informe que tenía frente a él. Se había dicho que no sería invasivo, después de todo Chiara tenía su vida y no era una niña indefensa, hacía más de dos décadas que se las arreglaba sin él, y Heston Darroze no sería el primer ni el último enemigo que tenía. Sin embargo aquella mujer tenía algo que él no sabía explicar: debía ser el hecho de que no lo necesitaba, o podía ser su inteligencia, su fuerza, esa dulzura escondida, aquel prosaico sentido del humor...
Jhon podía enumerar toda la noche las cosas que le gustaban de Chiara y no tenía que hacer memoria para saber que jamás otra mujer había llamado su atención de esa forma, así que hizo de tripas corazón y abrió aquel informe. Desde hacía un par de semanas uno de sus hombres seguía el registro de gastos del chef, y en cuanto Jhon vio aquellos nombres llamó a su investigador.
—Ponme cada uno de estos gastos en un mapa, sobre todo los de comida —le pidió pero antes de irse lo detuvo—. Y especialmente los de café. Compra cuatro al día en lugares diferentes, quiero verlos.
El hombre corrió a obedecer, y Jhon respiró profundo, pensando si debía hacer o no aquella llamada, pero el destino parecía estar de su parte, porque menos de quince minutos después una llamada entró a su celular.
—¿Chiara? ¿Todo bien? —preguntó con preocupación y ella lo saludó con calidez.
—Cualquiera pensaría que solo te llamo cuando tengo problemas —dijo divertida.
—¿Y no es así? —rio Jhon.
—Bueno, bueno, entonces romperé el patrón —replicó ella—. Mañana en la noche tengo que estar en Londres por trabajo, debo regresar a Suiza en la mañana pero si tienes la noche libre...
Él suspiró emocionado y asintió.
—Tú me has sacado de un juicio en La Haya, creo que puedo tomarme una noche libre —aseguró él. Memorizó el nombre de su hotel para ir a buscarla y pasó todo el día siguiente inquieto porque solo quería que llegara la noche.
A las diez en punto estaba en la puerta, su mirada no tardó en posarse en una figura que se encontraba cerca de la entrada del restaurante del hotel. Era un hombre, alto y apuesto, vestido con un traje exquisitamente confeccionado. Llevaba del brazo a una mujer igualmente deslumbrante, y el corazón de John dio un vuelco al darse cuenta de que era Chiara.
John no se dio cuenta en ese momento, pero esa punzada que sintió, eso eran celos. Otro en su lugar se habría marchado de inmediato, pero él solo miró la escena con curiosidad. Ella parecía una diosa, incluso el hombre que iba a su lado le rendía cortesías y ella se comportaba extremadamente amable, pero en cuanto se despidió de su acompañante y este se largó en su auto de lujo, todo su semblante cambió.
Jhon la vio dejarse caer en una de las butacas de la recepción, con un gesto cansado y ninguna sonrisa.
—Pero no feliz —replicó Jhon.
—La gente inteligente casi nunca es feliz —Chiara se encogió de hombros—. Somos demasiado complicados para eso, tenemos demasiados sentimientos juntos.
Jhon la acercó a él y le dio un beso suave en los labios.
—OK, ¿y qué dirías si ahora yo te siento a ti, tú me sientes a mí, y nos sentimos juntos?
Chiara pasó los brazos detrás de su cuello y le murmuró con coquetería.
—Quieres que te lo haga salvajemente en el sofá de la suite. ¿Verdad?
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
When reading the parts containing images accompanied by random words, it feels really uncomfortable. Perhaps I and many readers will leave this website....