—¡Eres una m*****a bruja!
—¡Me muero por ver los titulares! —le gritó Chiara en su cara—. ¡Famoso chef venido a menos es arrestado por acosar a su acreedora! ¡Con énfasis en venido a menos, a muy menos, porque cuando acabe contigo no habrá restaurante en este país que te contrate!
Heston enfureció, se levantó de su silla y comenzó a gritarle a Chiara. Pero además del policía, Estaba esposado a la mesa así que no había forma de que la alcanzara.
—¡Eres una maldit@ arpía! ¡Si estoy en esta situación fue porque no quisiste ayudarme! ¡Solo querías cobrar tu deuda y quedarte con todo mi dinero! ¡Zorra!
—Y tú querías quedarte con el mío, ¿no es así? ¿No me cansé de advertirte que ibas a ir a la quiebra? Pero tú solo querías más noticias en los periódicos, más fama, más renombre... Jamás pensaste que tenías que devolver todo lo que pediste.
—¡A ti te sobra el dinero, maldit@ bruja! ¡Te podías haber esperado! —gritó él—. Le guardas el dinero a mafiosos, los he visto caminar por los pasillos de tu banco como si fueran reyes, y estoy seguro de que a esos no les cobras, ¿verdad zorra? ¡Pero no podías soportar que yo creciera, que yo fuera mejor...?
—¿Mejor en qué? ¿Mejor cocinando? —Ella no pudo evitar reírse de él—. ¿Eres tan ególatra que crees que tengo un pensamiento para tu comida de mierd@? ¡Por favor!
Chiara se levantó y su risa burlona provocó en Heston una explosión de furia incontenible.
Se abalanzó sobre ella tratando de agarrarla por el cuello, pero el policía actuó rápidamente conteniéndolo con firmeza.
—¡No te librarás tan fácilmente! —vociferaba Heston, mientras otro policía entraba y trataban de contenerlo—. ¡Voy a destrozar tu vida, maldit@!
Sus ojos se habían vuelto rojos por la furia, y su rostro estaba crispado por el odio más profundo que Chiara hubiera visto en alguien. Él continuó gritando y amenazando a Chiara con mover cielo y tierra para conseguir lo que él creía que era justicia, pero ella se dirigió lentamente a la puerta, sin inmutarse.
—Lárgate de aquí, Heston —murmuró ya en la salida—. Nunca más vas a poner un pie en una cocina Suiza, pero te queda el resto del mundo—. Vete, lárgate, sálvate. Toma mi advertencia ahora, porque si tratas de lastimarme de nuevo, te vas a arrepentir.
—Ahora protegemos a la reina —aseguró él, besándola.
Y realmente debía hacerlo, porque Heston Darroze no era un hombre inteligente y Chiara había sacado lo peor de él ese día.
Ella ahogó un grito cuando la puerta de su departamento se cerró violentamente tras él. Estaba en el sofá de su sala, frente a un juego de ajedrez y una copa de vino, y la cerradura se abrió con un crac violento antes de romperse.
Se quedó muy quieta mientras Heston avanzaba hacia ella con actitud amenazante.
—¿Creíste que una orden de alejamiento me iba a detener, zorra? ¿Eso creíste? —le gritó, pero la voz que respondió estaba detrás de él.
—¡Ni por un momento!
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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