—Muy bien, Jhon, es evidente que necesitas un tiempo fuera —dijo con una sonrisa mecánica—. Mandaré a preparar el avión para ustedes y por supuesto, voy a poner agentes a tu alrededor todo el tiempo. ¡No se preocupe, señora! —advirtió girándose hacia Chiara—. Ni siquiera los va a notar, es solo para asegurarnos de que Jhon estará seguro, es un activo muy importante para nosotros, usted lo debe imaginar.
Chiara asintió, pero la expresión de Jhon seguía siendo impenetrable y severa.
Esa misma noche salieron en un vuelo hacia Paris, y varias horas después entraban a su departamento. Chiara metió a Jhon al baño y lo mimó mientras se quedan juntos en la tina por un largo rato. Quería saber todo lo que había pasado, pero él todavía estaba tenso y prefería no molestarlo.
—¿Quieres una pastilla para que puedas dormir? —preguntó Chiara más tarde porque era evidente que los dos todavía seguían con los nervios disparados.
—No, amor, pero tú deberías tomar una, el desfase horario y la falta de sueño te pueden afectar —respondió él.
Chiara asintió mientras se tomaba la pastilla y se acurrucó contra él, quedándose dormida casi al instante. Jhon esperó una hora, dos... y luego con el corazón apretado se levantó. Caminó hasta el despacho que Chiara tenía en casa y abrió la computadora que estaba sobre su escritorio. Sacó aquel USB de su bolsillo y lo miró cientos de veces antes de conectarlo a un puerto de la computadora.
Marcó un número en su teléfono y llamó a su jefe.
—Ya está hecho —siseó—. Cuando esto termine quiero que te desaparezcas. El mismo día en que Garibaldi vaya preso, quiero que presentes tu retiro, o le diré a todo el mundo cómo y con qué me amenazaste. ¿Entendido?
Del otro lado de la línea solo escuchó un asentimiento conforme y una hora después sacó el USB, lo destrozó y lo lanzó al fondo del cesto de basura.
La siguiente semana fue tensa, pero tranquila. Chiara había dejado la empresa en manos de su gemela y ella se había quedado en el departamento de París, cuidándolo. Jhon cada día estaba más sombrío, incluso ella le había preguntado por qué no iba a un psicólogo, sabía que la agencia tenía personal especializado para atender a sus agentes en caso de que fueran heridos en el campo.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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