Chiara sentía que no podía respirar, su pecho se apretaba y las lágrimas subían a sus ojos sin que pudiera evitarlo.
—¿Cómo pudiste...? —sollozó intentando apartarse de él—. ¿Cómo pudiste hacerme esto? Me... ¡me traicionaste!
—¡Claro que no, solo estoy intentando sacarte del problema!
—¡¿Sacarme?! —gritó Chiara desesperada mientras se llevaba las dos manos a la cabeza—. ¿Sacarme de un problema en el que tú mismo me metiste? ¡Nadie sabía de Franco Garibaldi! ¡Nadie podía tener acceso a su cuenta más que yo hasta que...!
Chiara se alejó tambaleándose y se apoyó en la encimera de la cocina durante un momento antes de abrir apresurada el bote de basura de devolver dentro lo poco que había comido ese día.
Jhon se mesó los cabellos con impotencia, pero apenas trató de ayudarla ella se apartó instintivamente. Chiara trató de lavarse la cara en el grifo de la cocina, pero sabía que aquellas lágrimas no dejarían de salir. ¿Cómo podía haberse equivocado tanto con él? ¿Cómo había sido capaz de lastimarla tanto después de lo que habían pasado juntos, del tiempo que habían estado juntos?
Intentó llegar a su bolso pero Jhon se puso en medio.
—Chiara... por favor solo hazte a un lado. Deja que las cosas pasen...
—¿Por esto te acercaste a mí? —replicó ella con voz rota—. ¿Para sacarme información?
—¡No, claro que no! Yo te quería, te quiero...
—¿De verdad? ¿Cuánto? ¿Cuánto me querías que tuviste que usarme para obtener lo que querías? —espetó ella furiosa.
—¡Es que yo no lo quería, Chiara! ¡Mi jefe lo quería! ¡Yo solo he estado tratando de que tú no salgas lastimada en esto...!
Ella apretó los dientes y una sonrisa sarcástica escapó de sus labios.
—Si tu jefe te obligó entonces me hizo un favor, porque si elegiste obedecerlo, entonces significa que de cualquier manera me ibas a traicionar un día —sentenció con tristeza y miró alrededor. Había sido más feliz en aquel piso que en ningún otro lugar en su vida, y también había caído en la más asquerosa de las trampas—. El piso es tuyo, todo lo que hay aquí es tuyo... estoy segura de que no nos volveremos a ver.
Abrió la puerta y bajó las escaleras mientras tras ella Jhon le gritaba para que no se fuera, sin embargo no estaba totalmente curado y no podía correr tras ella como quería.
Chiara ni siquiera podía recordar cómo había llegado de vuelta al avión. Su corazón estaba destrozado y la rabia y el dolor que sentía contra Jhon eran tan grandes que ni siquiera podía controlarlos. La había traicionado de la peor manera, y la había traicionado por su trabajo. Pero lo que más le dolía a Chiara era su propia equivocación, el haber confiado en él, el haberlo amado, el haber creído que su amor estaba por encima de las carreras o el deber. Y así no era.
Todo era su culpa. Jhon había sacado esos archivos de su computadora. Y en todo el viaje de regreso a la Haya, Chiara no podía evitar pensar en eso. Ella era la culpable de todo lo que estaba pasando, y si lo perdían todo, si su familia quedaba en bancarrota, sería solo porque ella confió y amo al hombre equivocado.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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