Chiara sintió que algo en su pecho se desgarraba mientras veía a Jhon llorar frente a ella.
—No puedes decirme eso... yo jamás quise... tú... —Jhon apretaba los puños con impotencia mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos y trataba de acercarse a ella—. Tú eres la persona más importante de mi vida, Chiara, la única...
—Pues olvidaste eso en el momento más importante, Jhon —murmuró ella—. Y ahora es muy tarde.
—¡Yo realmente creí que te lastimaría! —exclamó él desesperado y Chiara lo envolvió en un abrazo que no tenía nada de afecto, solo cercanía suficiente para susurrarle en el oído:
—Si realmente lo hubieras creído, lo habrías matado antes. —Lo soltó bruscamente y tocó a la puerta para que abrieran—. El agente Hopkins ya se va.
Jhon negó con fuerza y trató de acercarse a ella de nuevo, pero no había forma de solucionar aquello.
Los policías del juzgado lo sacaron y ahí se quedó, merodeando por los pasillos mientras esperaba que pasara un milagro y todo aquello fuera una pesadilla, sin embargo no tardaron más que un par de horas en organizar el traslado y Jhon tuvo que verla salir acompañada del fiscal hacia una prisión de la que no accedieron a decirle ni el nombre.
Se quedó allí mientras los autos se la llevaban y solo reaccionó cuando sintió el sonido de aquellos tacones junto a él.
—Te dije que tú y yo hablaríamos cuando todo esto terminara —murmuró Noémi mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Pero esto tardará mucho en terminar y yo quiero que te retuerzas como el gusano traidor que eres. —Hizo una pausa, valorando por última vez la opción de callar, pero ya no quería hacerlo—. Antes de que mi hermana se hunda en el infierno en el que la metiste, hay algo que debes saber.
—¿Crees que no estoy ya en mi propio infierno? —replicó él.
—No, todavía no, pero pronto —murmuró Noémi—. Chiara está embarazada, Jhon. Felicidades.
No hizo falta más. El infierno realmente existía y era él mismo, él y sus decisiones, él y su traición. Se apoyó en la pared más cercana y se agachó con las manos en la cabeza porque apenas podía respirar.
"Embarazada"
"Embarazada"
"Embarazada"
—No, para nada —sonrió el fiscal—. Si le soy honesto cuando hablé con él me pareció que la conocía, pero teniendo en cuenta esta situación, le aseguro que sus instalaciones son las más cómodas.
Chiara respiró profundamente, pero igual sabía que no tenía derecho a protestar por nada. Durante el próximo año y medio no sería dueña de sí misma, mucho menos podría decidir a dónde ir o con quién.
Una hora después llegaron a la prisión y a Chiara le sorprendió ver que estaba pintada de blanco, con amplias ventanas sin barrotes que hacían ver la edificación muy luminosa.
—¿No les da miedo que la gente se escape de aquí? —preguntó.
—No te confundas, los cristales son a prueba de balas, no podrían romperlos ni queriendo. Pero no, normalmente las mujeres que pasan por aquí, están más enfocadas en rehabilitarse y estudiar que en escapar, y todas cumplen poco tiempo, por eso es de mínima seguridad —le explicó el fiscal.
Cuando llegaron, apenas atravesaron las puertas le quitaron las esposas y la llevaron a la enfermería para una revisión. Poco después la acompañaron hasta la oficina del director y Chiara lo miró con recelo por un instante. Era un hombre relativamente joven, quizás unos treinta y cinco o treinta y seis años, Alto, fornido y de sonrisa amable.
—Señora Keller, un placer saludarla, Víktor Hanover, a su servicio.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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