Chiara enmudeció y abrió los ojos mientras él sacudía su mano con un saludo delicado.
—¿Hanover...? —No era un apellido muy común y ella conocía a un Hanover—. ¿De casualidad conoces a... Oskar, Oskar Hanover?
Oskar Hanover había sido por muchos años uno de los gerentes regionales más importantes del Asterion Bank y su padre lo tenía en muy alta estima.
—Sí, Oskar es mi padre —sonrió Viktor—. Nosotros nos vimos un par de veces en los pasillos del Asterion, cuando éramos niños, pero bueno... usted siempre iba con su gemela y yo era un mocoso con gafas de miope.
Chiara sonrió con nostalgia y asintió, recordando aquellos momentos tan bonitos de su infancia.
—No me trates de usted, por favor. Literalmente no puedo estar en peor posición como para que me guarden tantas formalidades —murmuró.
Por toda respuesta Viktor sacó una silla para invitarla a sentarse, y en lugar de irse tras su escritorio, se sentó en otra frente a ella con un gesto familiar.
—Entonces sin formalidades, lamento mucho lo que te está pasando, no es para nada justo —le dijo—. Papá estaba muy alterado cuando se enteró, sabemos que los bancos están protegidos por la constitución, que somos paraíso fiscal y tal... pero la gente de fuera no entiende eso.
Chiara suspiró con cansancio porque ya había pensado en eso cientos de veces.
—Así es. La ley nos protege a nosotros, pero no a nuestros clientes, y cuando algo como esto pasa... alguien tiene que pagar. Es solo eso.
Víktor hizo una mueca de disgusto.
—Es verdad, alguien tiene que pagar. En alguna ocasión mi padre estuvo cerca de un problema así y recuerdo que el señor Nikola metió las manos y todo lo demás al fuego para sacarlo ileso —le dijo—. Así que con todo gusto voy a devolverle ese favor.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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