Chiara se sentó en la cama con un suspiro, intentando enfocar la vista. Apenas había podido dormir la noche anterior y se sentía extremadamente cansada. Ese primer trimestre del embarazo la estaba golpeando demasiado fuerte, y aunque su habitación era hasta acogedora y no se parecía en nada a una celda, eso no la hacía olvidar todo lo que la había llevado allí.
Se hizo un té y se sentó en el alfeizar de la ventana, mirando afuera mientras el clima comenzaba a ponerse frío.
—¿Te sientes mal? ¿Quieres que traiga a la enfermera? —pregunto Viktor acercándose y Chiara se limpió las lágrimas antes de girarse hacia él.
No le gustaba mostrarse vulnerable, incluso aunque fuera frente a un amigo como Víctor. Él había sido la persona que la había ayudado en los últimos días y había hecho que todo fuera mejor, pero eso no significaba que pudiera volver a confiar en nadie con tanta facilidad como había confiado en Jhon.
—No es nada solo... los mareos normales del embarazo —murmuró—. Gracias por preocuparte.
—No es nada, solo pasé a saludarte antes del trabajo, y te traje un regalo —dijo Víktor poniendo una caja en su regazo.
—Nooo... ¿para qué te molestaste? Yo no necesito nada...
—¡Claro que sí! Debes estar muy aburrida, así que te traje esto —insistió él.
Chiara abrió la caja y se encontró una computadora nueva con una pequeña nota en la tapa, con la clave del wifi privado de la dirección de la prisión.
—No voy a volver a trabajar desde aquí —replicó ella con una sonrisa—. Así que no me tientes.
Viktor negó y en un intento por consolarla, le acarició el cabello. Él era un poco torpe con la gente, pero estaba tratando de decirle que todo iba a estar bien. Él no tenía la solución, pero al menos podía tratar de hacerla sentir mejor.
—No te la traje para que trabajes, sino porque seguro quieres empezar a buscar información sobre bebés. Solo... ¡no veas videos de partos, es muy pronto para espantarse! —le advirtió y Chiara trató de reír sinceramente.
Estuvieron conversando sobre trivialidades y después de unos minutos, escucharon un golpe a la puerta, como si uno de los guardias estuviera tratando de llamar la atención de Víktor desesperadamente.
—¿Todo bien? —preguntó él abriendo la puerta y el guardia asintió.
—Sí, señor, pero tiene una visita importante que lo está esperando en su despacho.
Viktor arrugó el ceño, no acostumbraba a recibir muchas visitas importantes y sus días solían ser muy tranquilos, pero de cualquier forma asintió. Se despidió de Chiara y se encaminó a su oficina, donde ya había un hombre en perfecto traje esperando por él.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD
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