UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 88

Recogió sus zapatos y se dirigió a la puerta, y no pudo ver que a pesar de todo Zack intentaba levantarse para hacer un bailecito de la victoria.

—Está celosa... ay, mierd@ cómo duele... —gruñó cojeando hacia el minibar—. Pero ella está celosa... ¡Algo es algo!

Sonrió mientras se sentaba en un sofá de la suite y se acomodaba algo frío contra las joyitas. Ella estaba celosa.

Zack sabía que se había equivocado monumentalmente con ella, pero estaba dispuesto a corregirlo todo, absolutamente todo.

Mientras tanto, en ese mismo momento, Mason se encontraba cara a cara con el Licenciado Gazca y con Ben, que lo esperaban junto al ascensor.

—¿Dónde está Andrea? —siseó sin saludar siquiera cuando no la vio por ningún lado.

Una enfermera de la guardería se llevó a la bebé no sin que antes Ben la saludara, y luego él se giró hacia Mason.

—Andrea tuvo un viaje de trabajo. Debe estar de vuelta hoy en la noche.

Mason sintió que la sangre le ardía.

—¿Ella tuvo un viaje de trabajo? —gruñó entre la rabia y la incredulidad—. ¿Con quién fue?

Ben carraspeó y se aclaró la garganta antes de responder, pero Mason no esperó.

—¡Déjame adivinar! ¡Se fue con el jefecito, ¿verdad!? —preguntó en tono desafiante.

Ben asintió encogiéndose de hombros.

—Sí, fue con Zack. Él es el dueño de la empresa después de todo... Surgió un contrato para uno de sus clientes y Zack la acompañó para ayudar en las negociaciones. ¿Algún problema?

—¿Y eso qué es? —preguntó viendo que Zack llevaba un largo contenedor cilíndrico, como en el que los arquitectos guardaban sus planos.

—La sorpresa que me dio Sophia, pero como eres una tóxica celosa, loca y resistida, no te la voy a enseñar —dijo Zack aparentando una seriedad que estaba lejos de sentir.

En todo el vuelo de regreso disfrutó verla tragarse su curiosidad mientras él se sentía de muy buen humor, sin embargo todo rastro de felicidad se borró de su rostro en cuanto recibió aquel mensaje de Ben. Solo faltaban diez minutos para aterrizar y Zack sintió más dolor en todo el cuerpo del que le había causado Andrea esa mañana. Apenas el avión aterrizó la tomó de un brazo y la guio hacia su camioneta que estaba esperando en el hangar.

—Sube, tenemos que irnos —dijo con una voz tan ronca y firme que Andrea se le quedó mirando.

—¿Ir a dónde?

Zack apretó los puños porque no le quedaba más opción que decirle.

—Al hospital... Adriana está en el hospital.