UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 90

—¡Eso no es cierto! —sollozó Andrea.

—Yo te diré qué es cierto —se regodeó Mason—. Voy a salir por la puerta de ese hospital con la chiquilla en los brazos y no puedes hacer nada porque un juez me la dio.

—¿Estás seguro de que quieres jugar esa carta? —La voz tras ellos los hizo girarse y los dos vieron el rostro sombrío de Zack—. No te conviene amenazar a ninguna de las dos.

—Tú no te metas en esto, imbécil, que no es tu problema. Si te hubieras largado cuando te lo advertí le hubieras ahorrado muchas lágrimas —gruñó Mason y luego estiró las manos en dirección a Andrea—. Dame a la niña.

—No... Mason...

—¡Dame a la niña o llamo a la policía!

—¡No voy a dejar a mi hija sola contigo para que la lastimes! —gritó Andrea.

—Entonces ya sabes lo que tienes que hacer —siseó Mason—. Camina derechita delante de mí y súbete en mi coche.

Andrea pasó saliva mientras las lágrimas caían de sus ojos, pero sabía que no podía hacer otra cosa. Si Mason estaba dispuesto a todo para someterla, ella estaba dispuesta a todo para proteger a su hija. Tomó su bolso mientras se dirigía a la puerta y Zack sintió que el mundo se le derrumbaba.

—Andrea, espera...

—Suéltame —susurró ella—. Adriana está primero, sabes que está primero.

Zack soltó su brazo con aquel nudo de impotencia en la garganta, observando la sonrisa arrogante y satisfecha en el rostro de Mason y la forma y que caminaba detrás de Andrea. Ella se iba con él y Zack sabía que no tenía otra opción, pero eso no significaba que no sintiera como si le arrancaran un pedazo vital.

El médico se acercó, un poco impactado por la escena y Zack se giró hacia él.

—Mañana a primera hora vendrá un abogado a tomarle declaración, por el bien de su conciencia y de esa niña, le sugiero que declare la verdad —sentenció antes de marcharse.

Se subió a su camioneta y se perdió en el tráfico. Sentía el corazón estrujado, pero sabía que tanto Andrea como la bebé estaban en peligro así que nada iba a detenerlo.

Marcó un número en su teléfono y pocos repiques después su madre contestó.

—Hijo... ¿Está todo bien? Estamos muy preocupados porque no hemos sabido de ti —le dijo Luana.

Zack respiró profundo pero tenía que ser honesto.

—No, mamá, no estoy bien. Muchas cosas pasaron por aquí —respondió.

—¿Esta casa está insonorizada? —le preguntó con indiferencia.

—¿Qué? —Mason arrugó el ceño sin entender.

—Te pregunté si esta casa está insonorizada, porque me imagino que a tus vecinos no les hará ninguna gracia escuchar mis alaridos en plena madrugada si solo me llegas a poner un dedo encima —le escupió ella con desprecio—. Yo me quedo con mi hija, y tú te alejas de nosotras porque te juro que soy capaz de golpearme yo misma contra la pared solo por denunciarte. ¿Me entendiste?

Mason hizo un gesto de impotencia... pero solo era la primera noche. Ya tendría suficientes como para doblegarla, porque si Andrea pensaba que él la dejaría salir de allí estaba muy equivocada.

Salió sin decir otra palabra y ella cerró la puerta con seguro, sollozando quedamente mientras miraba a Adriana en su cunita. Estaba al borde mismo de la desesperación cuando su teléfono comenzó a sonar y ella lo contestó.

—Zack... ahora no es buen mom...

—Mira por la ventana —dijo él y Andrea se quedó aturdida por un instante antes de acercarse a su ventana.

La camioneta estaba estacionada al otro lado de la calle y él estaba de pie, apoyado en ella, mirando en su dirección.

—Aquí voy a estar, solo tienes que gritarme y voy y las saco de allí. ¿Entendiste? Aquí voy a estar.