UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 94

Zack les agradeció y poco después pasaban por el edificio de oficinas de camino al departamento.

Adriana enseguida se puso a jugar con Milo y Zack arrastró a Andrea a su habitación.

—Déjame verte —gruñó él levantándole la barbilla.

—Zack, de verdad no fue nada... —intentó zafarse Andrea pero él negó.

—¡Claro que fue algo! ¡Ese infeliz se atrevió a ponerte los dedos encima! ¡Es que lo mato! —siseó con impotencia mientras apretaba los dientes.

Andrea le pasó una mano por el cabello y lo acercó a ella.

—Zack, tienes que calmarte...

—No puedo creer que me estés diciendo eso —dijo él con desesperación—. ¿Cómo pides que me calme cuando ese hombre se atrevió a lastimarte?

—Porque no puedo permitir que hagas nada estúpido. Estamos en medio de un juicio, necesitamos aguantar esto hasta el final... hay mucho en juego aquí. Adriana está en juego.

Zack la miró con los ojos entornados. Sabía que ella estaba en lo cierto pero la impotencia le corroía el alma.

—¡Lo sé, pero es que no soporto ver como ese cabrón te toca! —gruñó apoyando la frente en la suya y cerrando los ojos porque sentía que iba a estallar de remordimiento y de culpa—. Y no lo soporto porque sé que es mi culpa, Andrea. Si yo no me hubiera ido, si hubiera estado contigo esto no estaría pasando.

Andrea respiró profundamente.

—No pienses en eso, ya no se puede remediar el pasado —murmuró.

—No, no se puede cambiar, pero se puede aprender —sentenció él tomando su rostro con suavidad—. Lo siento, Andrea, desde el fondo de mi corazón te lo digo, lo siento, yo jamás debí irme. Ese ha sido el error más grande de mi vida, porque me alejé de la mujer que amo, de la hija que amo... Y lo peor de todo es que yo no estaba para protegerte... por eso me siento tan culpable y lo único que quiero es pedirte perdón.

Andrea sintió que su corazón se aceleraba. No era fácil para ella volver a confiar, pero cada temblor y cada gesto de rabia en la voz de aquel hombre era sincero.

—Ya lo sé, Zack —dijo ella con un hilo de voz—. Yo sé que no hubieras permitido nada de esto, pero te fuiste y las cosas pasaron...

—¡Y voy a arreglarlas! ¡Te juro por mi padre que voy a arreglarlas! —le aseguró él antes de besarla en los labios con desesperación—. Te amo más que a nada en el mundo, Andrea... por favor, perdóname por haberte abandonado.