Venganza Reencarnada de la Rica Heredera romance Capítulo 396

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Era imposible separarlos.

Cada persona tiene sus propias debilidades, y aunque Rafaela pudiera llevar una armadura de espinas duras, siempre habría un punto vulnerable. Su debilidad era Fernández, y este era el lugar que Liberto había encontrado para entrar.

"Seis mil millones, en tres años... los recuperaré con intereses," Liberto decía mientras acariciaba el largo cabello de Rafaela, sus ojos profundos cada vez más cautivadores.

Quince años atrás, ella había sido secuestrada y llevada a Pueblo Dorado, encerrada en una pequeña y oscura habitación. Liberto la había visitado en secreto varias veces. Aquella noche, ella se había dormido abrazando una bola de cristal, con el rostro un poco sucio, pero era evidente que era una pequeña princesa de una familia adinerada. Llevaba un hermoso vestido de princesa y una diadema de cristal valorada en dos mil dólares, que le había sido robada. Liberto la había recuperado y se la había devuelto, pero no sin antes sufrir heridas que le tomaron dos meses en sanar.

Ahora, con su larga cabellera suelta y un elegante vestido, su mirada baja y sumisa, Rafaela se asemejaba a la pequeña de cinco o seis años que había estado en esa oscura habitación.

Aún recordaba la voz orgullosa e infantil de la niña que le decía, "Cobarde, recuerda esto, cuando salga de aquí, quiero ver tu cara y entonces te diré mi nombre. Ahora eres demasiado débil para saberlo."

"Cobarde, aguanta, no dejes que te maten antes de que salga."

"Cuando salga, te aceptaré a regañadientes como mi perro. Compartiré mi comida contigo, pero no dejes que te maten, si no puedes ganar una pelea, corre, ¿de acuerdo?"

Volviendo al presente, Rafaela levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Liberto. Él sabía que en el corazón de ella había comenzado a aceptar una pequeña parte de él, y eso era suficiente.

"Clara, ya la he mandado traer, llegará pronto."

"Ve a ducharte, mandaré a los empleados a recoger todo."

Liberto se inclinó y dejó un beso en la frente de Rafaela, "Descansa, buenas noches."

"Qué asco."