Al llegar a la suite presidencial del piso de arriba, Liberto la siguió, como una sombra persistente.
—Rafaela, muchas cosas pueden cambiar. Si hay una mínima oportunidad, ¿por qué no lo intentamos?
—¿No entiendes o te haces el que no entiende? No quiero intentarlo contigo. Ya no quiero jugar a este juego. Y, sobre todo, no quiero volver a tener un hijo tuyo. ¡Liberto, es que no lo entiendes! Desde el principio, nunca he estado bromeando, siempre has sido tú el que se cree con derecho a todo. Tienes tanto poder, ¿por qué te aferras al Grupo Jara? Si quieres perder el tiempo conmigo, no me importa. Pero el día que… cumplas tu deseo de estar en la cima de la pirámide, será el día de nuestro divorcio. El divorcio es nuestra mejor opción. Lo que no entiendo es qué más quieres de mí.
«En la vida pasada, me despreciabas».
—Olvídalo… —Cada vez que discutía con él, su estado de ánimo se veía afectado y ya estaba cansada—. Haz lo que quieras, de todos modos… el final será el mismo.
Liberto estaba confundido por el supuesto final del que hablaba Rafaela.
—Rafaela, ¿de qué tienes tanto miedo?
Rafaela no le respondió más. Volvió a su habitación por su cuenta. Esperaba que, cuando se le agotara la paciencia, él se fuera solo. Después de todo… la paciencia de Liberto con ella no era ni la sombra de la que tenía con Penélope.
—Vete. Primero cumple lo que me prometiste, y luego hablaremos de otras condiciones.
Más que sentimientos, entre ellos solo había condiciones e intereses.
Rafaela regresó a su habitación y continuó con el libro que había dejado a medias. Tomó la pluma y comenzó a redactar la información restante.
La editorial ya había recibido los libros que necesitaban ser impresos. Ahora, toda esa información y material sobre la restauración de joyas, tanto en el país como en el extranjero, ya se estaba traduciendo a varios idiomas, y la demanda era casi inabastecible.
***
Liberto no sabía qué hacer con ella. Durante todo este tiempo, cada vez que él intentaba acercarse un paso, ella lo rechazaba a mil kilómetros de distancia. Excepto en la empresa, Liberto siempre tenía que estar pendiente del estado de ánimo de Rafaela.
De camino a la empresa, Joaquín, al ver el aspecto cansado de Liberto, no pudo evitar decir mientras conducía:


Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Venganza Reencarnada de la Rica Heredera
Excelente novela...