Viviendo con Mi Jefa Esposa romance Capítulo 1342

El atuendo de Wilbur fue rápidamente retirado con facilidad.

No queriendo ceder, él hizo pedazos el costoso vestido de noche de Hannah, dejándola adornada únicamente con un collar de perlas.

A continuación, se desató una feroz tormenta de pasión. Hannah soltó un grito de dolor, solo para ser engullida por una oleada de placer justo después.

Al cabo de media hora, los dos estaban tumbados en el sofá, empapados en sudor.

Hannah se aferraba con fuerza a Wilbur, con el rostro enrojecido de felicidad.

"Lo siento", dijo de repente Wilbur.

Hannah sacudió ligeramente la cabeza y dijo: "No digas eso. Conozco tu relación con la señorita Yves".

"¿Entonces y tú?".

"Lo acepté de buena gana. Simplemente, no puedo resistirme a tu encanto. ¿No crees que estoy demasiado encaprichada?", preguntó Hannah con una sonrisa irónica.

Wilbur suspiró, sin responder a su pregunta.

A la mañana siguiente, Wilbur entró en el despacho del presidente. Pasó toda la mañana allí antes de salir en dirección a la Aldea Saturno.

Nadie supo de qué hablaron, pero después de que Wilbur saliera, la oficina presidencial emitió dos órdenes esa misma tarde.

En primer lugar, Brady, el ministro de finanzas, fue destituido de todos sus cargos y condenado a cadena perpetua por corrupción.

En segundo lugar, la Iglesia del Señor del Dragón de Fuego fue declarada religión nacional y debía promoverse plenamente el desarrollo de la iglesia en el país.

Estas dos órdenes desataron de inmediato acaloradas discusiones en toda la nación.

El pueblo no se resistió a la promoción de la Iglesia del Señor del Dragón de Fuego porque esta siempre había sido generosa con el público, organizando con frecuencia diversas actividades benéficas. Ya había doscientos mil creyentes en el país, por lo que contaba con una base sólida.

Cuando predicaba, un dragón de fuego rodeaba el cielo y nubes ardientes llenaban la atmósfera.

Utilizando su espíritu, creaba diversas ilusiones. El cielo se llenaba de una luz dorada y por todas partes resonaban sonidos de dragones.

A su alrededor aparecían halos y melodiosos himnos que lo hacían parecer una auténtica deidad.

Cuando los creyentes vieron aquellas imágenes, se convencieron y se llenaron de celo. Difundieron con entusiasmo la noticia de que Su Santidad el Papa era la reencarnación del Señor del Dragón de Fuego, que una deidad había descendido sobre ellos.

En Gango, grandes multitudes acudían a la Aldea Saturno para rendir culto. Esto provocaba un tráfico denso en lo que solía ser una zona remota.

Con el creciente número de personas, Wilbur tuvo que pasar de predicar una vez cada tres días a hacerlo una vez al día.

Al cabo de un mes, Wilbur estaba agotado. El uso prolongado e intensivo de la energía espiritual le estaba afectando incluso a él.