Viviendo con Mi Jefa Esposa romance Capítulo 1372

Michael se mofó, sacando la gran espada en forma de cruz que colgaba de su cintura.

En un instante, pareció como si hubiera aparecido un sol, proyectando una luz cegadora que hacía que a la gente le dolieran los ojos. Wilbur entrecerró los ojos y miró la espada en forma de cruz.

Un resplandor dorado adornaba la gran espada, tan intenso que ocultaba los detalles de la hoja. Sin embargo, el enorme poder que emanaba de ella hizo que un zumbido lúgubre resonara por toda la pradera.

"¡Otra arma divina! La herencia de los Santos Illuminati es realmente envidiable", comentó Wilbur con un suspiro.

Michael resopló fríamente, diciendo: "Tienes buen ojo. Esta es la Espada del Juicio, un arma divina imbuida del gran poder divino del Señor de los Santos Illuminati. Nadie puede sobrevivir bajo el juicio de esta espada".

"Oh, ¿en serio? Entonces, ¿por qué aún no has hecho ningún movimiento?". Wilbur sonrió.

La mirada de Michael se oscureció y declaró: "¡Eres demasiado arrogante! Acepta el juicio de mi señor".

Mientras hablaba, Michael levantó en alto la Espada del Juicio. El resplandor dorado de la espada estalló, acompañado de un sonoro canto en el cielo. Una tremenda fuerza comenzó a surgir en el cielo y, sobre el firmamento, emergió un colosal palacio hecho de luz dorada.

Este palacio, de más de mil metros de altura y decenas de miles de metros de diámetro, tenía enormes puertas de varios cientos de metros de altura. Cada centímetro de su superficie estaba grabado con innumerables runas y en el pedestal del palacio ardían llamas doradas.

La lanza de llamas se transformó en un meteoro, arrastrando largas llamas mientras descendía sobre Wilbur. Rugidos e himnos aterradores resonaron en el cielo y una fuerza inmensa envolvió los corazones de todos. Parecía como si en el instante siguiente, la lanza de llamas fuera a caer sobre ellos, convirtiéndolos en cenizas.

Michael, Banks y Moisés subieron las escaleras con expresiones indiferentes, como si observaran a un muerto. Wilbur levantó la cabeza, mirando la lanza flamígera que descendía del cielo.

Era un arma horrenda, de cien metros de largo y tan gruesa como el muslo de una persona. La fuerza con la que descendía del cielo era suficiente para evaporar toda la vida de la pradera. Sin embargo, los miembros de los Santos Illuminati permanecieron solemnes, sin mostrar signos de vacilación o miedo. Claramente, este golpe no les causaría daño, o mejor dicho, eran inmunes a tal daño.

Primero, las enormes llamas envolvieron a Wilbur, y luego, la lanza flamígera que atravesó cielo y tierra llegó justo sobre su cabeza.