Viviendo con Mi Jefa Esposa romance Capítulo 851

"¿Por qué?", preguntó Wilbur.

Hannah suspiró con el ceño fruncido. "Voy a ser sincera. Se trata de una enorme inversión de ochenta millones de dólares, y no veo nada que tenga que pueda ayudar a ampliar y hacer crecer el desarrollo de Everest. Me gustaría que El Cabo por lo menos pensara por sí mismo, si no es por el destino de mi empresa".

"Parece que seguimos sin entendernos del todo", sonrió Wilbur.

La expresión de Hannah era solemne. "No creo que haya ningún malentendido. ¿Qué has hecho desde que llegaste?".

"Mucho, en realidad. Simplemente no lo sabes", dijo Wilbur.

Hannah se burló. "¿En serio? Cuéntalo".

"¿Y si en realidad soy Trevor Penn?", preguntó Wilbur con una sonrisa.

Hannah frunció el ceño. "Eso no tiene ninguna gracia".

"Ves, no puedo hacer nada si no me crees". Wilbur frunció el ceño, dándose la vuelta para marcharse.

No quería Comercio Internacional Everest se viera involucrada en su identidad como Trevor Penn y, por lo tanto, no le importaba realmente cómo ella lo había malinterpretado.

Hannah no pudo evitar sacudir la cabeza cuando Wilbur se marchó.

No podía entender cómo un hombre tan sinvergüenza seguía existiendo.

¿Acaso sabía quién era Trevor Penn?

Había ayudado en los altercados contra la oficina presidencial y lo iban a nombrar jeque.

¿Cómo se atrevía Wilbur a compararse con él?

Todo lo que Wilbur había hecho era utilizar su posición en El Cabo para inventar cosas y exagerar verdades. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Qué chiste era este hombre, comparándose con los demás.

Hannah solo había mencionado el banquete al día siguiente en un intento de provocar a Wilbur.

Solo para que él resultara aún más sinvergüenza. Este hombre estaba en otro nivel.

Parecía que iba a tener que pedirle a El Cabo que enviara a otra persona.

No había forma de que este tipo se fuera por su cuenta.

Aquella noche, Wilbur se quedó solo en la cama, pensando en todo lo que había pasado en los últimos días.

Probablemente, los asuntos que quedaban por resolver en la oficina presidencial ya no tenían nada que ver con él.

No le importaba la política.

Wilbur levantó la cabeza. El gigante era tan alto que Wilbur ni siquiera podía distinguir la mitad superior de su cuerpo.

Retrocedió conmocionado, mientras la vista se aclaraba poco a poco.

El gigante medía miles de metros y estaba cubierto por una armadura dorada.

Sobre la cabeza del gigante, en los cielos infinitos, había un dragón dorado que volaba en círculos. Estaba envuelto en llamas doradas.

El dragón medía también kilómetros y kilómetros de largo, cubriendo prácticamente todo el cielo mientras su resplandor dorado brillaba a través de los cielos.

Wilbur se quedó sin palabras. ¿Existía realmente una criatura así en el universo?

En ese momento, el gigante abrió los ojos de repente y le miró.

Wilbur sintió de repente que su cuerpo iba a derretirse.

Explotó con todas sus fuerzas, luchando por escapar, pero se dio cuenta de que no podía resistir la fuerza de aquella mirada.

Una siniestra sensación de temor y peligro se apoderó de Wilbur, haciéndole temblar por todas partes.

"¡Argh!", gritó Wilbur sobresaltado, incorporándose de la cama sobresaltado, empapado de sudor frío de pies a cabeza.