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Volverás a amar... Cuando las cicatrices hayan sanado romance Capítulo 36

--- Diego Sánchez ---

Mi fin de semana fue un completo desastre, Cassandra estaba lo que seguía de encabronada conmigo, mi futuro matrimonio pendía de un hilo y lo peor no era eso, lo peor era que en mi cabeza solo rondaban las escenas que viví en aquel puto café. El idiota que acompañaba a Isa, ese malnacido, la llama Ana, ella no es Ana, ella es mi Isa, sí que soy un maldito pendejo, no sé qué demonios me está ocurriendo, pero no puedo sacarme de la cabeza a Isa y ese pendejo.

En la oficina, por más que intento, nada me cabe, nada me entra en la cabeza, así que lo mejor que puedo hacer es tomar mi blazer y largarme de aquí. Es lo que precisamente estoy haciendo cuando mi padre irrumpe en mi oficina.

- ¿Qué demonios piensas que estás haciendo? – Me dice en tono obviamente molesto.

- ¿Tan pronto te llegó el chisme…? – Le respondo de manera indiferente.

- ¿Eres idiota o te haces?

- ¡No lo sé! Tú dímelo, porque hasta hace meses, era tu campeón, ¿No?

- Si perdemos la oportunidad de unirnos a la familia Riva, solo te puedo decir una cosa idiota, tú pierdes tu trabajo aquí y todos esos "lujitos" a los que estás acostumbrado, se van a valer m****a…

- Papá, deja ya de amenazarme con eso, que lo he escuchado tantas veces, que ya aburren…

Solo pude sentir cómo un calor invadió mi mejilla izquierda, él, mi padre, jamás me había puesto un dedo encima y hoy, hoy lo acababa de hacer, ¿Por qué? Simplemente, porque para la familia no es secreto, pero esta firma se está cayendo, mi padre necesita una fusión con la familia Riva para que salgamos a flote tras la mala gestión de mi padre.

Ese puto golpe es un golpe de realidad, uno que tuve que haber recibido mi padre, no yo, yo era feliz, muy feliz con Isa y sé que ella también era feliz conmigo, pero un buen día, mi padre decidió que es jueguito que, según cree que estaba jugando, se debía terminar.

- ¿Acaso crees que golpeándome me harás que haga las cosas mejor? Ese golpe debiste recibirlo tú cuando te comenzaste a dar cuenta de que estabas llevando la firma al caño.

- ¡Eres un maldito arrogante! ¡No me importa cómo! ¡No me importa qué! Lo que importa es que un día te darás cuenta de que llevar las riendas del negocio familiar, no es un juego y que uno comete errores.

- ¡Pues entrégale la firma al “famoso tío Héctor”!

- Todo es por esa m*****a escuincla, ¿Verdad?

- Deja de decirme tonterías, ya estoy haciendo lo que me pediste, ¿No?

- Yo no te pedí nada, solo puse las cartas sobre la mesa, tú decidiste, no me vengas ahora con que te obligué, según tú, nada importaba más que la firma.

Me quedé callado, sabía exactamente qué quiso decir con aquellas palabras, mi padre tenía toda la puta razón, él me había puesto sobre la mesa la oportunidad y yo, claramente, la había tomado con las dos manos. En ese preciso momento, nada importaba, ni Isabela, ni nadie me podía quitar algo por lo que trabajé por años, ese maldito puesto era por lo que me había quemado las pestañas por años, como para que Héctor viniera y de momento me arrebatara todo.

Desde los 18 años me había puesto como objetivo llegar hasta el punto donde estoy ahora, alguna vez alguien rompió mi corazón en mil pedazos por no ser nadie, no me iba a permitir que por estar “enamorado” perdiera aquello, ya una vez amé y lo hice con locura, ella me dejó y después de eso nada volvió a ser igual.

El recuerdo de Jazmín llega a mi mente, el dolor que sentí al saber que se casaba y no precisamente conmigo, inunda mi pecho, antes de que mi padre pueda ver aquello, tomo mi portafolio y salgo descargando mi frustración en la puerta al cerrarla de golpe.

- ¡DIEGO! ¡DIEGO M*****A SEA…! – Puedo escuchar cómo mi padre me grita a lo lejos.

Definitivamente, yo soy el puto culpable de mi situación, una cosa me llevo a otra, en ocasiones me voy a la cama y cuando menos lo veo venir, la recuerdo, ¿Qué será de ti, Jazmín? ¿Qué demonios nos pasó? ¿Por qué decidiste dejarme? ¿Por qué? ¡Maldita sea!

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