--- Ana Teyssier ---
Era sábado por la mañana, la semana pasó en un abrir y cerrar de ojos, fui a casa de mamá desde anoche. Ella quiso que le contara con todo detalle cómo era eso de que me iría a vivir a Nueva York.
Romina estaba emocionadísima, ya había buscado lugares que visitar, me tenía todo un itinerario de cosas que hacer en “mi tiempo libre”.
Mamá entendía que era una gran oportunidad, pero también, aunque no me lo decía, sabía que esto me ayudaría a poner tierra de por medio. El tiempo y la distancia, tal vez, podrían ayudar a sanar mi corazón.
Desayunamos, regresé al apartamento para prepararme, ya que en la tarde vería a mis amigas de la universidad. Mediante un mensaje de texto, les había contado la noticia y eso ameritó una reunión de chicas.
Hoy no tuve sesión con la psicóloga, el tiempo con ella poco a poco me ha ayudado, pero aún nos faltaba mucho que trabajar, son tantas cosas que contar y soltar.
Después de Diego, mi autoestima estaba por los suelos, eso claramente se veía reflejado en cómo me veía físicamente. Mi atuendo diario consistía en unos leggings negros, alguna playera holgada que encontraba y unas bailarinas.
Hoy, debido al lugar al que íbamos, tuve que esmerarme, me puse un vestido negro que me llegaba a media pierna, unas mallas y unos botines del mismo color. Al verme en el espejo ¡Wow! Era la primera vez en mucho tiempo que me veía como antes de Diego.
Tomo mi bolso y decido internamente que hoy el fantasma de Diego no debe acompañarme.
--- Alexis Betancourt ---
Luego de un largo día que comenzó siendo un caos, por fin voy a poder comer. Tras varias reuniones con personal del gobierno, salí y entré a un atractivo restaurante que conocía.
Es curioso ver cómo la mesera se pone nerviosa al ver que me acerco al lugar, no es la primera vez, pero casi siempre sucede lo mismo cuando me atienden mujeres.
Para casi nadie es un secreto que no soy una persona de carácter blando, pero siendo realista, dejé al cascarrabias desde hace años. Ahora sé que luzco y sueno un poco más jovial, aunque de repente el otro se me sale cuando algo no sale tal como debería.
— Buenas tardes, señor Betancourt, seré la persona que le atenderá esta tarde. ¿Le apetece algo de tomar en lo que revisa la carta? — Dice la chica amablemente.
— Tráeme un whisky seco.
— Ok, ¿Espera a alguien más?
— No
Normalmente, vengo aquí en compañía de Camila, tomamos unos tragos y luego vamos a mi apartamento. Hoy curiosamente no me siento con ganas de su compañía, llevamos juntos dos años, le he dicho innumerables veces que nunca seremos nada, pero ella aún mantiene la esperanza.
--- Ana Teyssier ---
Tras unos minutos en Uber, Marbella, Galeana y yo, llegamos a un lujoso restaurante, el cual Marbe había reservado.
Sinceramente me asuste, al ver el lugar, seguramente pagaremos una fortuna solo por respirar aquí. Marbella dijo que era una ocasión digna de celebrarse en un lugar así, por lo que pagaremos con la tarjeta de crédito y a final de mes lloraremos y nos lamentaremos.
Inmediatamente, fuimos atendidas por una chica muy amable a la que le pedimos una botella de vino no tan caro.
— Ahora que vengan con el vino, ¡Disfrútenlo! Que valga la pena cada centavo que vamos a pagar por él; además, hoy tenemos mucho que festejar.
¡Nuestra querida Ana se nos va a Nueva York! — Dijo Marbella casi gritando.
Al ver los precios, solo pedí una ensalada, luego de comer y pedir al menos dos botellas más de vino, sentí cómo mis mejillas estaban calientes y coloradas, ya comenzaba a arrastrar la lengua para hablar.
Hoy especialmente me la estaba pasando de maravilla, estaba un poco tomada, pero el motivo era muy diferente al de hace varias noches atrás.
Estábamos sumergidas en la plática, cuando, de pronto, la mesera aparece con una botella de champán; solo bastaba ver la etiqueta para saber que era algo carísimo y que posiblemente en nuestro estado anímico lo pudimos haber pedido sin pensar.
Inmediatamente, sentí una punzada en la panza, según yo pedí una ensalada para no hacer la cuenta tan grande y ahora íbamos a tener que pagar por un vino que quién sabe quién de las tres inconscientemente pidió.
- Señoritas… La botella se las manda el caballero de aquella mesa, disfrútenla.
La mesera nos sirvió una copa a cada una de aquel líquido rosado, el hombre al vernos con él, levantó su trago y nos hizo una señal de brindar.
Marbella, como en casi o más bien, en todas las ocasiones, se levantó y fue en persona a agradecer el gesto, a aquel apuesto caballero.
Por mi parte, me sentía un tanto apenada; seguramente habíamos sido algo ruidosas como para haber llamado la atención de aquel hombre.
Marbella, alcohol y una noche de chicas son ingredientes perfectos, para un desastre de noche. Una en donde seguramente, como en otras ocasiones, terminaría cuidando los bolsos de mis amigas.
--- Alexis Betancourt ---
Degustaba, mis platillos, cuando puede escuchar las risas y bromas provenientes de una o dos mesas adelante de la mía. En ella había tres jovencitas, más o menos de 25 años, las cuales platicaban amenamente.
Me llevé más de una sonrisa al escuchar sus divertidas anécdotas en las que se retrataban.
De esas tres chicas, una llamó mi atención, sin pensarlo dos veces, llamé a la mesera y pedí que les llevara una botella de champán. Era evidente que algo festejaban, así que consideré que era lo más propio para la ocasión.
La chica que me atrae, es la primera vez que algo así me sucede, no soy de los que anden metiéndose con niñas, pero ella, ella tiene algo especial.
Cuando menos lo espero, una de ellas se levanta y camina hacia mí.
— ¡Hola, soy Marbella! ¡Gracias por el detalle! — Dice la bella mujer frente a mí.
— ¡De nada! — La miró atento y respondo de manera cortes.
— ¿Gustas acompañarnos? — Pregunta con interés.
— ¡No! No quiero interrumpir… — Respondo sabiendo que no es algo propio de mí.
— ¡Claro que no interrumpes…! ¡Puedes unírtenos, ¡Estamos celebrando! — Dice la chica de manera natural.
La chica que llamó mi atención mira a la Marbella, está claro que lucha entre su timidez y la obligación de venir por su amiga, al final termina ganando la razón y se acerca.
— ¡Anda, vamos! Solo venías a agradecer el detalle. ¡Muchas gracias, señor! — Se dirige a mí con mucha educación.
Sonrió al darme cuenta de que, en efecto, ella tiene algo especial. ¿Qué es? Lo desconozco, pero me interesa averiguarlo.
— Solo lo estaba invitando a unírsenos. ¡Él ha sido muy amable! — Replicó Marbella un tanto insistente.

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