Leonardo no se había enojado por la respuesta de Sofía porque tenía razón. Él la había llevado hoy a la compañía con ese propósito en mente.
La señora Cibeles respiró profundo un par de veces. Esta vez, no gritó como solía hacerlo, sino que se enfrentó a la Abuela Cibeles.
—Mamá, mire la forma en que habla con sus mayores. ¿Quién querría una nuera como ella?
Los ojos de Sofía se encendieron.
-¿Quién dijo que yo era su nuera? Leonardo y yo nos divorciamos hace mucho tiempo. Solo soporto actuar de esta forma por el bien de Leonardo. Si no le parece, saldré ahora mismo y le diré al mundo que no estoy relacionada de ninguna manera con su Joven Leonardo. ¿Qué va a hacer al respecto?
La señora Cibeles se quedó sin palabras.
La Abuela Cibeles se volvió para mirar a Sofía y dijo con voz calmada:
-No diga las cosas así con tanta facilidad la próxima vez. No será nada agradable si alguien escucha.
Sofía se quedó enfurruñada y no dijo nada más.
A su lado, Leonardo puso algo de comida en su plato, con toda calma.
—Muy bien, come. Ha sido un día ajetreado.
No tenían paz ni siquiera cuando volvían a casa para comer.
La Señora Cibeles murmuró para sí misma:
-No es que haya dicho nada.
Apretando los labios, Sofía mantuvo la mirada en la señora Cibeles.
-El Abuelo Ballesteros fue a la compañía hoy. Creo que quería sondearnos, a Leonardo y a mí. Me pregunto si la señorita Ballesteros le dijo algo. La gente está empezando a sospechar.
La señora Cibeles se sorprendió, al igual que la Abuela Cibeles.
La Abuela Cibeles miró a Leonardo y le preguntó:
-¿El Abuelo Ballesteros los fue a visitar?
-Sí. Dijo que iba pasando por ahí, así que entró a echar un vistazo.
Antes de esto, el Abuelo Ballesteros nunca había ido a visitar a la Compañía Cibeles.
Las dos familias no tenían ningún vínculo de negocios, por lo que costaba comprender que hubiera visitado la Compañía Cibeles sin ninguna razón en particular.
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