Leonardo supo cuál era la respuesta una vez que notó que Gerardo desviaba la mirada. Hizo una mueca, pero no expuso a Gerardo. Un momento después, Sofía también obtuvo su respuesta, por lo que suspiró en silencio y miró hacia otro lado.
Sintiéndose incómodo, Gerardo se levantó y cambió de tema.
—Traje nuestra cena, así que come mientras está caliente. —Colocó la comida en su mesa y abrió las tapas.
Era insípida, por decir lo menos. Ni siquiera había color en la comida, al igual que la cara de Sofía.
-Oye, ¿qué es esto? ¿Cómo se supone que voy a comer esto? -Sofía estaba irritada.
Gerardo la fulminó con la mirada.
—Tu estómago necesita descansar, así que la comida ligera es lo único que puedes comer. No te quejes y rellénalo. Cuando te mejores, podrás comer lo que quieras. -Dándose la vuelta, descubrió entonces lo que había comprado para él y para Leonardo.
Sofía estaba enfadada ahora, así que se quejó:
-¿Qué es esto? ¿Qué están comiendo?
Gerardo la miró de manera inocente.
-Mariscos y mucha carne. ¿Por qué? —Sofía lo fulminó con la mirada, pero Gerardo la ignoró y siguió preparando su cena antes de invitar a Leonardo-. Hínquele el diente, jefe. Nuestros estómagos están sanos, así que podemos comer lo que queramos.
Con los dientes apretados, Sofía miró a Gerardo, mientras Leonardo los ignoraba. Se zampó la comida antes de decirle a Gerardo:
-Mañana por la noche iré a una cita. No tienes que venir conmigo, así que quédate aquí.
Sofía se sorprendió.
-Me pueden dar de alta mañana —dijo. Leonardo la miró.
-Será mejor que hagas caso a las órdenes del médico. -Sofía asintió.
-Le pregunté al médico, y lo único que tengo que hacer es ponerme una inyección, luego se curará si descanso. No tengo que estar hospitalizada tanto tiempo.
Leonardo frunció el ceño como siempre.
-Gerardo, verifica eso con el doctor mañana.
«¿No confía en mí?». Sofía puso cara larga.
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