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Adiós, mi falso matrimonio romance Capítulo 72

Gerardo salió después de que Leonardo tocara el timbre y parecía que acababa de arreglarse.

Justo entonces, Gerardo miró a Sofía, que estaba de pie detrás de Leonardo.

-Sofía Galván, ¿te sientes mejor?

Sofía gruñó después de mirar a Gerardo durante unos segundos.

En efecto, iba mucho más lenta que de costumbre.

Gerardo suspiró:

-Has sufrido demasiado durante este viaje.

En ese instante, Leonardo recordó lo que le hizo a Sofía el día anterior y sintió que él tenía la culpa de lo que le había pasado.

Pero en su defensa, Sofía estaba bajo los efectos del alcohol cuando entró en el baño y se puso debajo de la regadera, así que no se le debía culpar a él por haber provocado que ella se diera un baño frío.

Solo debería ser culpado por lo que pasó después de eso, y calculó que, en esas circunstancias, una persona normal no sería capaz de evitar que eso ocurriera.

Después de que los tres entraran en el ascensor, Sofía se situó lo más lejos de la puerta y permaneció en silencio todo el tiempo. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado y las marcas de su cuello eran muy visibles.

Leonardo las vio, pero no se atrevió a echar un segundo vistazo, pensó que el día anterior pudo haber perdido el control.

Gerardo no estaba tan atento. Miró a Sofía y luego miró a Leonardo antes de comentar con voz grave:

-Sofía, pareces un poco alterada.

Leonardo miró a Sofía de reojo. Tal vez no se sentía molesta, solo era que todavía se sentía mal.

Leonardo intervino:

-Tal vez solo necesite comida.

Después de que los tres llegaran al restaurante, Sofía permaneció en silencio todo el tiempo, incluso mientras pedían la comida.

Perduraba el recuerdo de que la última vez que estuvieron en ese lugar, Sofía se mostró en verdad agresiva y codiciosa.

Mientras decidían qué ordenar, Gerardo se dirigió a Sofía:

-Sofía, ¿qué quieres?

Sofía parpadeó.

-Cualquier cosa.

Leonardo hizo una mueca sutil al ver eso.

El comportamiento de Sofía en ese momento, le recordaba a cómo era antes del divorcio... tranquila, obediente, fácil de tratar y sin sentido de la existencia.

De pronto, una sensación de fastidio surgió dentro de Leonardo, la cual aparecía de la nada y eso lo confundió e irritó, pero Gerardo se mostró, por completo, indiferente.

Después de ordenar por Leonardo y Sofía, le pasó el menú al mesero, antes de dirigirse a Sofía:

-Hoy no visitaremos ningún sitio, descansaremos un poco antes de tomar nuestro vuelo de regreso a casa, mañana temprano.

Sofía soltó un quejido y, tal vez porque sintió que su primera reacción era algo superficial, asintió.

Sofía engulló todo el vaso de agua sin siquiera mirar a Leonardo. Se comportaba obediente de modo inusual y eso preocupó a Gerardo.

—¿La fiebre le dañó el cerebro?

En el pasado, Sofía reprendía con seguridad, pero hoy ni siquiera tenía respuesta.

Portal motivo, Leonardo suspiró y sugirió en un tono bastante impaciente:

—¡Volvamos!

Cuando los tres volvieron a la habitación, Sofía procedió a sentarse en la cama y mirar por la ventana. Con el tiempo, se dejó llevar.

En cierto momento, Gerardo se acercó a Leonardo.

-¿La regañó ayer? ¡Mire lo aterrorizada que está de usted!

Leonardo se burló y lo miró con los ojos entrecerrados.

Por fin, el medicamento de Sofía hizo efecto y comenzó a sentirse adormecida. Por consecuencia, fue a su cama, se acostó y cerró los ojos.

Gerardo la observó desde atrás.

—¿También era así en el pasado?

Sin embargo, no reaccionaba así cuando tenía problemas gástricos. «¿Fue por la fiebre de ayer? ¿Eso le dañó el cerebro?».

Leonardo permaneció en silencio. Por supuesto, él no sabía cómo era ella en el pasado. Durante ese año en el que los dos estuvieron casados, ella rara vez se enfermó. Al menos no que él supiera.

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