Quizás Sofía lo había escuchado mal, pero sus palabras la conmovieron un poco. Después de pensar un momento, volteó rápido la mirada y observó por la ventana, frunciendo los labios y negándose a decir una palabra.
Después de acomodar el equipaje de Sofía y Leonardo en el maletero, Gerardo se subió al asiento del copiloto, mientras la Señora Cibeles e Isabel seguían de pie junto a su auto.
Aunque Isabel parecía estar bien, la Señora Cibeles no parecía muy contenta.
Con la cabeza apoyada en la ventanilla del auto, Sofía contempló la mirada reacia de la Señora Cibeles al subir al vehículo, y lo fuerte que cerró la puerta cuando ya estaba adentro. La visión de esta escena hizo reír a Sofía.
Su auto avanzó primero, mientras que el de la Señora Cibeles los siguió de cerca. Durante todo el trayecto, nadie dijo una palabra, mientras el auto se dirigía a la Residencia Cibeles. Era una ruta conocida para Sofía.
Sofía se sintió bastante desanimada, al observar la vista que había afuera de las ventanas a ambos lados del auto. El día que se había ido de la Residencia Cibeles, pensó que nunca volvería, pero mira qué rápido han cambiado las cosas.
El auto siguió avanzando hasta que entraron en el patio delantero de la Residencia Cibeles, que estaba situado a mitad de camino en una colina, los alrededores eran muy tranquilos.
Ya que el Señor y la Señora Cibeles amaban el campo, había muchos árboles y plantas alrededor del lugar. Detrás de este había un enorme bosque, estaba en excelentes condiciones y hacía que el entorno fuera tranquilo y pacífico.
Sofía abrió la puerta por su cuenta, justo cuando la Abuela Cibeles apareció ante sus ojos, de pie en la entrada del edificio principal, y los observaba, mientras una sirvienta se acercaba a su lado. Ella pudo ver a la abuela con claridad en el momento en el que se dio la vuelta.
Durante el tiempo que estuvo casada con Leonardo, un poco menos de un año, la Abuela Cibeles fue imparcial con ella, nunca le dio problemas, pero tampoco la protegió. Por esa razón, ella sentía lo mismo hacia la anciana, no la quería ni la odiaba.
Después de que Gerardo les ayudara a sacar su equipaje del auto, con ayuda de la sirvienta, la Abuela Cibeles se acercó despacio hacia ellos.
Como todos los miembros de la Familia Cibeles estaban ahora en la oficina, el lugar parecía estar tranquilo de modo inusual.
La Abuela Cibeles miró a Sofía y le dijo con bastante calma:
—Estás aquí.
Sofía murmuró:
-¡Abuela Cibeles, me alegro de verla!
No le llevó mucho tiempo el cambiar la forma de dirigirse hacia ella, ya que solía llamarla solo abuela.
La Abuela Cibeles suspiró y volteó a ver a Gerardo. Debido a que Gerardo era un visitante frecuente, la anciana sabía quién era, por esa razón comentó:
-Acabas de bajar del avión, ¿no es así? ¡Come algo antes de volver!
Gerardo lanzó una mirada a Sofía y exhaló. Acto seguido, acepto la invitación de manera conveniente.
En el patio delantero, el auto en el que se encontraba la Señora Cibeles se detuvo poco a poco. Dentro de este la Señora Cibeles se veía bastante nerviosa, mientras salía del auto, justo después de que se detuviera. A continuación, se dirigió a la parte trasera del auto y jaló a Isabel, justo cuando esta acababa de poner un pie fuera del auto.
La Señora Cibeles se acercó a su hijo y le dijo:
La Familia Cibeles era muy exigente a la hora de comer, así que repartieron una toalla caliente para que todos se limpiaran las manos.
Mientras tanto, Sofía encontró una siento y enseguida se sentó, ignorando por completo a todos los demás a su alrededor. Ese lugar era donde ella solía sentarse, el cual por casualidad estaba justo al lado del asiento de Leonardo.
La Señora Cibeles se quedó sorprendida, después hizo una mueca mientras miraba a Sofía. «¿Cómo es que Sofía puede sentarse y empezar a limpiarse las manos antes de que lo hagan los mayores?».
La Abuela Cibeles también miró a Sofía, pero no le molestó tanto como a la Señora Cibeles.
Mientras se acomodaba en su asiento, Sofía procedió a limpiarse las manos.
-¿Ya se sentaron todos? Me muero de hambre, no quiero esperar más.
Pensó que sería ridículo que se entretuviera en algunos rituales sin sentido, con un grupo de personas que ya no tenían relación con ella, en especial después de no haber comido nada desde la mañana, mientras estaba en el avión.
Por su parte, Leonardo también tomó asiento y saludó a todos:
-Todo el mundo, por favor, tomen asiento. No hemos comido nada desde esta mañana. ¡Estamos en verdad hambrientos!
Una sirvienta ayudó a la anciana a sentarse con calma, antes de que la Señora Cibeles siguiera su ejemplo.
Isabel estaba sentada frente a Leonardo y ambos podrían verse siempre y cuando levantaran la cabeza... Sofía y la Señora Cibeles estaban en una posición similar.

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