Fátima clavó la mirada en los ojos de Enrique, tan serios y distantes como un lago en invierno, incapaces de revelar la mínima emoción.
En ese instante, se convenció: Enrique no estaba bromeando.-
A pesar de todo, ella aceptó sin dudarlo.
Convertirse en la esposa de Enrique, después de haberlo amado en silencio durante diez años, se sentía como ver finalmente la luna asomar entre las nubes.
—Entonces... que sea una buena cooperación.
Enrique le sonrió y le extendió la mano; sus dedos largos y firmes, tan elegantes como él mismo, desprendían una calidez inesperada.
—Que sea una buena cooperación —respondió ella, estrechando su mano.
El calor que brotaba de su palma recorrió todo su cuerpo, como si le encendiera el alma.
Así, Fátima y Enrique se convirtieron en marido y mujer por contrato durante tres años.
...
Un viento helado barrió la calle, haciéndola estremecerse. De pronto, volvió en sí.
Sin Enrique cerca, toda su motivación se apagó. Terminó acurrucada en la habitación del hotel, donde durmió toda la tarde.
Ese día, no recibió ni una sola llamada de Enrique.
Al día siguiente, como siempre, se despertó temprano.
Se puso la ropa térmica, alistó el equipo de exploración y, tras acordar con un guía local, decidió salir a hacer senderismo por su cuenta.
Ya estaba ahí. No pensaba desperdiciar medio mes de vacaciones.
Por el camino, se cruzó con varios grupos de aventureros de diferentes países.
Pero Fátima no sintió ni nervios ni miedo.
Tomó muchísimas fotos.
Al abrir WhatsApp para compartirle alguna a Enrique, dudó. Detuvo el dedo antes de enviarla.
Pensándolo bien, Enrique ya debía estar de regreso en el país.
Pilar había sido secuestrada, y ella, en lugar de preocuparse, le mandaba fotos de su paseo. No tenía sentido.
Así que dejó el celular a un lado.
Pero, como si algo la guiara, terminó abriendo el perfil de Pilar y revisando sus publicaciones.
Una semana atrás, Pilar y su familia habían regresado al país y visitado a los Farías.
Después de aquella comida, Pilar la había agregado al WhatsApp.
La primera publicación era de apenas una hora antes.
[Pilar siempre valdrá millones para Enrique, jeje.]
Venía acompañada de un mosaico de fotos.
Había una selfie de Pilar en el hospital, varias imágenes de la silueta de un hombre de espaldas y una mano cortando una manzana.
Aunque Enrique no mostraba la cara, Fátima lo reconoció de inmediato.
Era imposible no reconocer esa mano, especialmente porque en el dedo llevaba el anillo de bodas que compartían.
Entonces, ¿Pilar ya había sido rescatada?
Sintió un enorme alivio.
Pensó que, tal vez, Enrique pronto viajaría a buscarla.
Volvió a mirar los comentarios de la publicación:
[Te aprovechas del cariño de Enrique, hasta mientes con secuestros.]
Pero en cuanto la videollamada conectó, fue rechazada.
En ese instante, la impotencia y el dolor se le atoraron en la garganta.
Le dolía tanto que no podía ni respirar.
De hecho, esa mezcla de amargura y decepción terminó por ahogar incluso el miedo a la muerte.
No sabía de dónde sacó fuerzas, pero marcó de nuevo.
Como era de esperarse, volvió a colgarle.
Su corazón, igual que la nieve helada que la cubría, se sentía tan frío que le hizo temblar.
Le escribió un mensaje por WhatsApp:
[Se vino una avalancha, estoy atrapada bajo la nieve.]
En el fondo, no esperaba nada de alguien que le había colgado dos videollamadas seguidas.
Aun así, no pudo evitar hacerlo.
Tal vez era la última oportunidad para su amor de diez años.
O quizá, era la excusa perfecta para dejarlo ir de una vez.
Para su sorpresa, esta vez la respuesta llegó de inmediato.
Cada palabra era como una navaja que le destrozaba el corazón.
[Fátima, si quieres que regrese, no deberías inventar mentiras tan fáciles de descubrir. Voy a quedarme unos días más con Pilar. Si ya te divertiste, vuelve sola.]
Sintió cómo el veneno de esas palabras le recorría hasta los huesos.
No contestó. Sepultada bajo la nieve, poco a poco su cuerpo fue perdiendo el calor.

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