Entrar Via

Amor Perdido en la Avalancha romance Capítulo 2

—Solo quiero que te pongas estas gafas protectoras.

Las palabras que Enrique estaba a punto de decir se quedaron atoradas en su garganta, interrumpidas por Fátima.

Fátima le tendió las gafas que sostenía en la mano y explicó con voz suave:

—Está saliendo el sol allá afuera, y todo el camino está cubierto de nieve. Si no te las pones, podrías terminar con ceguera por la nieve.

Enrique se quedó quieto al escuchar la explicación de Fátima y ver cómo le ofrecía las gafas. Tardó un momento en reaccionar antes de tomarlas de su mano. Su expresión se volvió complicada; se llevó la mano a la frente y murmuró con voz ronca:

—Perdón, me desesperé hace rato y por eso…

Fátima negó con la cabeza.

—No te preocupes. Si hay una vida en riesgo, lo entiendo.

El gesto forzado de Fátima, esa media sonrisa que apenas podía sostener, le dolió a Enrique mucho más de lo que hubiera querido admitir. Sin pensar, abrió la boca para decir algo:

—Fátima…

—Anda, ve ya. Salvar a Pilar es lo importante, no pierdas tiempo aquí.

Fátima lo interrumpió y lo apuró con firmeza.

Enrique pensó en Pilar, secuestrada y sin saber si seguía viva o muerta. No perdió ni un segundo más. Solo dejó una frase para Fátima:

—Espérame, regreso pronto.

Y salió corriendo, sin mirar atrás.

...

Fátima vio cómo Enrique se alejaba apresurado. Cuando por fin desapareció su silueta, la sonrisa que había forzado se desvaneció por completo.

En más de dos años de matrimonio, Enrique siempre había sido un hombre sereno, dueño de sí mismo, educado hasta el extremo. Jamás lo había visto perder el control de esa manera.

Supuso que así era el dicho: cuando se trata de alguien que te importa, el corazón manda más que la razón.

Soltó un suspiro y regresó a la habitación del hotel. Toda la emoción con la que había despertado esa mañana se borró de golpe, como si nunca hubiera existido.

—Señorita Fátima, hay algo que quiero dejar claro —dijo Enrique con seriedad—. No tengo intención de casarme, pero mi abuelo me está presionando mucho.

—Yo… yo igual —respondió Fátima, esforzándose por mantener la calma y esbozando una sonrisa resignada.

—Mi abuelo está muy enfermo. Quiere verme casado antes de irse… así que…

Ella trató de sonreír de manera casual, como si también necesitara una excusa perfecta para estar allí.

En realidad, era cierto que su abuelo estaba enfermo y que quería verla casada, pero… la verdadera razón por la que aceptó aquella cita era que el candidato era Enrique.

Llevaba enamorada de él desde el primer año de preparatoria. Diez años de amor en silencio.

—Si no le molesta, señorita Fátima, podríamos casarnos bajo acuerdo, por tres años. Cuando termine el plazo, podríamos divorciarnos alegando diferencias de carácter. ¿Qué le parece?

—¿Ca… casarnos por contrato?

Fátima se quedó atónita, pero vio que Enrique asentía con toda seriedad.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Amor Perdido en la Avalancha