Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 180

Beatriz se quedó pensando un momento.

—No estoy segura de que si lo llamo, vaya a salir.

Vanesa no tardó en sugerir:

—¡Puedes ir a la oficina! Ir a la oficina funciona igual, ¿no?

Beatriz dudó un instante y luego respondió:

—Haré lo que pueda.

Rubén apareció en ese momento, entregándole su saco a Mario mientras se acomodaba los puños de la camisa, dirigiéndose con paso seguro hacia la mesa del comedor.

—¿Qué es eso de que harás lo que puedas?

Apenas lo vio, Vanesa se puso tan dócil como un perrito bien entrenado. Joaquín y Sebastián, sentados al fondo, parecían aún más obedientes. Según ellos, si Vanesa cometía una travesura, lo peor que le podía pasar era una regañada o que le pidieran que se disculpara. Pero para ellos la historia era diferente: se llevaban cada regañada que hasta los sacaban del cuarto a punta de empujones, sin contemplaciones.

Así era Rubén: directo y sin andarse por las ramas.

Beatriz, fiel a su estilo, fue al grano:

—Quiero ir a un concierto.

Vanesa, al escucharla, sintió que le sudaban las manos del susto. "¡Mi tía sí que es valiente!", pensó. Decirle a su esposo, así, de frente, que quería ir a ver a su artista favorito… Eso era de admirar. Temía que al viejo le saliera lo celoso.

Rubén, que ya tenía el cuchillo en la mano, se detuvo.

—¿De quién?

—De Ying Jing —contestó Beatriz, bajando la mirada.

Rubén la miró con intensidad, sus ojos tan profundos que parecían no tener fondo.

—¿Te gusta él?

—Si quieres, luego lo invito a la casa para que te cante solo a ti —soltó con un dejo de ironía.

Beatriz se limitó a murmurar:

—Solo quiero ir por el ambiente, nada más.

Vanesa, viendo la tensión, decidió echarle una mano:

—Tío, ahora a todos los jóvenes les gusta ir a conciertos. Si te pones así, luego te quedas sin esposa.

Rubén sabía que Vanesa era la que le metía esas ideas a Beatriz, pero también entendía que no era el momento para discutir ese tema.

—¿De qué hora a qué hora es?