Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 19

—¿Y desde cuándo te toca a ti opinar cuando la señora está hablando?

Valeria soltó una mueca sarcástica.

—Qué curioso, ¿no? Aquí todos servimos, pero resulta que unos pueden ir a quejarse y yo ni siquiera puedo abrir la boca. Se les nota el favoritismo, ¿eh?

—Además, yo trabajo para la familia Barrales, no para ustedes, los Zamudio. Así que, señora Zamudio, no tiene por qué estarme gritando ni mucho menos.

—¿Y eso de “señora” o “jefa”? ¿Acaso no te actualizaste con los nuevos tiempos? —Valeria miró con fastidio a toda la gente de la familia Zamudio; la verdad, le caían igual de mal todos, sin distinción.

Pensó, con rabia silenciosa, que una madre sin escrúpulos solo puede criar a un hijo igual de descarado.

—Ninguno de ustedes vale la pena —masculló entre dientes.

—Señorita —Valeria giró hacia Beatriz, con voz firme—, a mi parecer, Emma ya lleva aquí un buen rato y ni siquiera tiene ganas de quedarse. Mejor déjela irse.

—Además, si la señora vino corriendo al enterarse, será porque sí le importa Emma. No seríamos buenas personas si le quitamos lo que más quiere.

—Tú… —Isabel se atragantó de coraje. Jamás pensó que una empleada le fuera a contestar así, tan rápido, tan filosa.

Beatriz, en vez de seguir el juego de Valeria, se quedó en silencio y miró a Isabel, como preguntándole con los ojos qué opinaba.

Emma aún le servía para sus propios planes, así que no pensaba dejarla ir tan fácil.

No solo ignoró lo que dijo Valeria, sino que además le tendió la mano a Isabel para que no quedara mal parada.

—La señora Zamudio es de buen corazón, trata a todos los que trabajan aquí como si fueran de la familia.

—Emma, deberías agradecerle a la señora.

A Emma le temblaron las piernas del susto al escuchar su nombre. Su espalda se tensó y asintió como muñeca.

—Sí, la señora es una buena persona. Por favor, señora, le pido que me disculpe.

Tenía que quedarse. Si se iba ahora, quedaría mal con la familia Zamudio y perdería el favor de todos.

Beatriz bajó la mirada, su sonrisa era tan seca como el desierto.

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