Cuando la puerta de la sala de descanso se cerró de golpe, el sonido resonó en el pasillo.
Regina tomó la mano de Carlota y la guió fuera del bullicio, adentrándose en el corredor iluminado.
—Voy a pedir que te traigan otra ropa. Cambia ese vestido —le indicó Regina con voz serena.
—¿Por qué? —Carlota apretó el paso, inconforme—. ¿Ahora resulta que tú también piensas que mi vestido es una copia barata?
Regina suspiró, mirando a su hija con paciencia:
—Mira, un vestido, sea original o copia, no es lo importante. Lo que importa es cómo conviertes una situación desfavorable en algo que juegue a tu favor. Si no te lo cambias, la prensa se va a encargar de hacer un escándalo. ¿De verdad crees que tus seguidores pueden con los de Teresa?
—Pero si te lo cambias, la gente te va a ver con otros ojos. Van a decir que no haces berrinche por algo así, que eres madura.
—Carlota, crecer de verdad no tiene nada que ver con qué te pones o qué usas. Se trata de saber cuándo hay que ceder y cuándo hay que plantarse firme.
—Piénsalo, ¿qué haría Beatriz si estuviera en tu lugar?
Carlota apretó los puños, los ojos ardiendo de rabia.
—¡Siempre Beatriz! ¿Hasta cuándo tengo que vivir bajo su sombra? —aventó las palabras, dolida.
Había soñado con esa fiesta desde pequeña. El vestido que llevaba era el mismo que de niña veía en las revistas y deseaba para sí. ¿Y ahora, su propia madre quería quitárselo frente a todos?
De pronto, las palabras de Beatriz regresaron a su mente como un eco cruel:
[Entre más te esfuerzas por demostrarme algo, más pena me das.]
[Eres como una ladrona que solo sabe copiar la vida de los demás.]
El corazón de Carlota se encogió, casi sin aire. Abrió su bolso, sacó el celular y buscó aquel contacto desconocido que, semanas atrás, le había mandado un mensaje en WhatsApp.
Envió un texto rápido, esperando respuesta, pero la aplicación le marcó que había sido eliminada.
No conforme, picó en la foto de perfil y vio que el nombre de ese número, que antes era “asistente de quién sabe quién”, ahora aparecía como [Castigo para quien roba sueños].
El estómago se le revolvió.
—¡Beatriz! Seguro que todo esto lo planeó Beatriz —murmuró, mordiéndose el labio.

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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina