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Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 31

—¿Será que hoy te ves demasiado bonita?

—Ay, ya basta —Sonia le tiró una mirada coqueta y dejó escapar una risita, pero justo cuando iba a levantar el celular para verse en la cámara, entró la llamada de Gregorio.

—¿Dónde estás? Regresa a casa ya.

—Estoy con Noa en el bar, tomando unos tragos. ¿Y ahora qué pasa? —A Sonia le desconcertó el tono apresurado de Gregorio.

Gregorio sentía que la cabeza le iba a estallar, como quien apenas termina un lío y ya se mete en otro peor.

—Saliste en tendencias, checa Twitter. Apenas veas lo que está pasando, búscate un lugar donde nadie te vea y desaparece.

Sonia, sin entender nada, abrió Twitter en automático. Apenas vio que el video era de una película para adultos y que la involucraba, se le erizó la piel de la pura impresión.

El celular se le resbaló de las manos y se estampó contra la barra.

—¡Pum!— El vidrio de la parte trasera del iPhone explotó en mil pedazos. Sonia lo levantó sin fijarse y se cortó la mano; la sangre le empezó a gotear de la palma.

—Soni, ¿qué te pasó?

—Nada... nada, tengo que irme, me surgió algo.

Noa, viendo cómo Sonia salía disparada, le gritó:

—¡Soni, la puerta está del otro lado...!

Pero Sonia, cubriéndose la cara con el cabello, salió corriendo por la puerta trasera, hecha un manojo de nervios. Pensó que nadie la había visto, pero no contaba con que su ubicación ya se había filtrado. En el callejón la esperaban reporteros y un montón de chismosos con cámaras y celulares en mano.

No era culpa de la gente, la verdad. Sonia siempre se metía en líos, le encantaba criticar a otros famosos en redes sociales y hablar mal de todo el mundo. Cuando alguien así cae, todo el mundo se le echa encima, como cuando se viene abajo una pared vieja y todos empujan para que caiga más rápido.

En ese instante, todos los influencers y creadores de contenido parecían estar haciendo lo mismo: transmitir en vivo el caos de Sonia.

No tenía por dónde escapar, estaba completamente rodeada.

Gregorio llegó con su gente a rescatarla, pero ya había pasado más de una hora.

Sonia, sentada en la camioneta, temblaba como si la hubieran dejado bajo la lluvia de agosto, sintiéndose derrotada.

Gregorio abrió su termo y le pasó un vaso.

—Toma un poco de agua, cálmate.

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