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Ayer me despreciaste por coja, hoy me deseas por reina romance Capítulo 4

Ismael dejó los cubiertos sobre la mesa, dio unas cuantas zancadas y alcanzó la silla de ruedas de Beatriz, deteniéndola con una mano firme.

—Beatriz, si nunca esperaste nada bueno de esto, entonces no tienes derecho a poner esa cara.-

—¡Suéltame! —Beatriz apartó su mano con brusquedad, el enojo pintado en su expresión—. ¿Así que tú sí puedes hacer lo que quieras, pero yo no puedo decir nada? ¿Por qué no dices nada cuando tu madre viene a mi casa a insultarme?

—¿Nomás te preocupa tu hijo, pero no sabes enseñarle a ser persona? Si no fuera por mí, ya te habrías muerto hace mucho.

—¿Acaso yo te lo pedí? ¿Te rogué para que me salvaras? —El tono de Ismael se elevó de golpe, la rabia asomando en cada palabra. Siempre le había fastidiado que Beatriz usara el rescate de aquel día como si fuera una deuda eterna.

Ya llevaban dos años con las mismas discusiones, siempre girando en torno a lo mismo.

En teoría, cuando no hay amor, ni ganas quedan de pelear.

Pero entre ellos...

La voz de Ismael retumbó en el comedor, y de inmediato reinó el silencio.

Beatriz apretó la mano sobre el descansabrazos de la silla, sus nudillos marcados por la tensión. Se aferró con fuerza, luchando por controlar la tempestad que rugía por dentro.

El ambiente, que un momento antes hervía de furia, de pronto se volvió denso, casi imposible de respirar.

Sí, claro.

Nadie le pidió nada.

Se había quedado sin poder caminar, y todo era por sus propias decisiones. Nadie tenía la culpa, más que ella misma.

Pasaron unos segundos eternos. Entonces, una risa seca y amarga escapó de sus labios. Discutir sobre el pasado con un hombre infiel era absurdo.

—Divorciémonos.

—¿Qué dijiste?

—Divorcio —repitió ella, cada sílaba pesada y clara. Lo miró directo a los ojos, como si temiera que se hiciera el desentendido—. Ismael, me engañaste.

Sacó el celular, buscó una foto y la puso frente a él.

Al ver la imagen, los ojos de Ismael se abrieron como platos.

Enseguida, como todo hombre infiel acorralado, empezó a buscar excusas.

—Soy una persona normal, tengo necesidades. No puedes exigir que sea como tú, que te quedes encerrada sin sentir nada, como si fueras de piedra.

Beatriz cerró los ojos un instante, luchando por no explotar.

—¡Julio! Dile a Liam que pase y lo saque de aquí.

...

—Ismael, ¿qué te pasó en la cabeza?

Ismael había sido expulsado de la casa donde vivía con Beatriz.

No le quedó de otra que regresar a la vieja casa de la familia Zamudio.

Apenas entró, Isabel lo vio llegar con la sangre corriéndole por la frente y casi se desmaya de la impresión.

—Me pegué sin querer.

Pero Isabel no se tragó la excusa.

—El guardia me dijo que hoy fuiste a la casa de Beatriz. ¿No fue esa mujer la que te golpeó?

—¡Esa mujer no tiene límites! Tengo que ir a ponerla en su lugar.

—¡Mamá...!

El grito de la abuela retumbó desde la sala, tan fuerte que detuvo a Isabel en seco.

—¿No te da vergüenza? ¿Acaso ellos no pueden resolver sus problemas? ¿O quieres que te dejen un espacio en la cama cuando ellos estén juntos?

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