—Lo sé. Tal acto me daría una mala reputación, es por eso que les permitiré vivir en la mansión, pero absolutamente todos los gastos correrán a cuenta de ustedes. Si la mansión se deteriora, por no pagar las cuentas. Las echaré —advirtió don Erik Sinclair, fríamente.
—¡No te preocupes!, Emily y yo nos ocuparemos de todo. Gracias por tu generosidad, cuñado —se vio obligada a sonreír cabizbaja, doña Ava.
………….
Mientras eso sucedía. En el estacionamiento de la mansión de los Sinclair.
—¿Era necesario que viniera, señor Robinson?, su agenda es muy ocupada —le preguntó el asistente, Jack Smith, a su jefe, mientras abría la puerta del lujoso automóvil oscuro para que ese CEO, baje.
La alta figura imponente de ese hombre de cabellera negra rizada se mostró, sus afilados ojos grises destilaban una frialdad que parecían un reflejo de la misma tarde nublada. Su ancha espalda, aún con el elegante traje oscuro y la gabardina, mostraban un esmerado cuidado físico.
Jack de inmediato le pasó un elegante bastón al CEO, que aunque parecía un hombre lo suficiente joven como para necesitarlo. Una discapacidad física tras un accidente, lo obligaba a hacer uso de el.
Mientras avanzaban al interior de la mansión, rumbo al salón donde se llevaba acabo el velorio. Ese CEO, escuchó un sonido que llamó su atención, desviando su camino.
—Señor Robinson. No deberíamos merodear por doquier… —advirtió nervioso el asistente.
—Cierra la boca, Jack —el CEO Franklin Robinson, volvió a ver a su asistente, una mirada helada que causó un escalofríos en Jack.
—Sí señor. Mis disculpas… —susurró ese asistente.
Justo cuando estaban en ese sector del jardín. A distancia, unos quince metros a mano derecha… Franklin vio una escena que le hizo sorprender.
—¡NOOOO! ¡NO LO HAGAS ABRIL! ¡AYÚDAME! —gritaba desesperada Emily Sinclair, que estaba a nada de caer del balcón.
Emily se aferraba a la barandilla del balcón con sus manos, su cuerpo balanceadose, a punto de perder fuerzas y caer dos pisos en el duro suelo de concreto.
—¡Solo muere con ese asqueroso feto de una m@ldita vez! —gritó Abril soltando las manos de Emily.
A distancia el asistente Jack, estuvo a punto de gritar e irrumpir, cuando el CEO Robinson, lo detuvo del brazo.
El hombre volvió a ver a su jefe y este, negó lentamente con su cabeza.
—No llegarás a tiempo.
Justo en ese instante, ambos hombres presenciaron a Emily caer…
¡¡PUUUUM!!
Un aparatoso sonido. Los gritos de Abril desesperada.
—¡¡¡AYUDAAA!!! ¡OH DIOS MIO, EMILY! ¡¡¡EMILY SE LANZÓ DESDE EL BALCÓN!!! ¡¡AYUDAAA!!
—Nos vamos, Jack —murmuró fríamente Franklin Robinson, dirigiéndose a la zona del estacionamiento.
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