Emily, nerviosa y consciente de las miradas de los demás, se acercó al sofá donde él estaba sentado.
Quería rechazarlo de inmediato e irse a su hogar, pero la educación y la curiosidad la mantenían en movimiento.
Justo cuando se acercaba, uno de los amigos de Franklin, un tipo castaño y arrogante, se interpuso en su camino.
Con una sonrisa lasciva, acarició su cabello y, acercándose a su rostro, inhaló la fragancia de su perfume.
—Eres una bellísima pelirroja~ —murmuró, su aliento cálido oliendo fuertemente a alcohol.
Justo antes de que pudiera continuar, Franklin se levantó, apartando la mano de su amistad, con un manotazo que resonó en la sala.
PLAF~
—No la toques —advirtió fríamente ese CEO, con su mirada gris, fulminante—. Ella ahora me pertenece —añadió.
El aire se volvió electrizante.
Franklin tiró de la muñeca de ella, haciendo que el cuerpo de Emily quedará a nada de distancia del de él.
—Ah~ —soltó un gritito ella, ante la sorpresa.
—Eres la perfecta sustituta~ —susurró él, su voz cargada de un tono burlón.
Emily, confundida y avergonzada, no entendía lo que estaba sucediendo.
Sintiendo su rostro arder de vergüenza, se apartó de él, deseando huir de esa situación incómoda y humillante.
Pero Jack, el asistente de Franklin, se interpuso en su camino, bloqueando la puerta de salida.
—¡Déjame irme! —le gritó ella a Jack, el asistente de ese CEO.
Franklin se dirigió hacia una pared, donde, con un movimiento elegante, bajó un candelabro decorativo que reveló una habitación anexa.
—Jack, tráela —ordenó ese CEO.
Emily sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al darse cuenta de que no tenía escapatoria.
………..
La habitación era un tipo de oficina secreta, elegante de tonos opacos, con muebles de madera pulida y un aire de misterio.
Jack salió, dejándolos solos.
Clack~
Una vez la entrada secreta se cerró.
Franklin Robinson se acercó a un gabinete del escritorio y sacó una carpeta.
—Siéntate —resonó la demandante voz fría de ese CEO.
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