Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 152

Conquistando al Hermano de Mi Exnovio Capítulo 152 Trabajemos juntos

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Capítulo 152 Trabajemos juntos

—No sé de qué estás hablando. — Angélica giró la cabeza hacia un lado.

Daniel le sujetó la mandíbula y la obligó a mirarlo a los ojos.

—Te tiraste por las escaleras a propósito para retrasar la boda, ¿cierto? — Daniel rió con sarcasmo. —Angélica, en serio te subestimé... Puedes ser muy cruel contigo misma.

Su cara apuesta estaba cargada de mucha burla.

Esa misma cara que alguna vez la había cautivado, ahora solo le provocaba repulsión.

Al ver el desprecio y el rechazo en sus ojos, el semblante de Daniel se tornó aún más sombrío.

—Aún si rompes el compromiso conmigo, Martín nunca se casará contigo. En lugar de albergar esperanzas con él, deberías mejor aceptar casarte conmigo.

Angélica levantó la mano derecha y apartó con firmeza la de Daniel, la que la sujetaba por la mandíbula. —Preferiría casarme con un pordiosero antes que contigo.

—¡No digas eso!

Daniel enrojeció de furia, pero luego, como si algo se le ocurriera, sonrió. —Parece que olvidaste lo que necesita tu madre. Sin mi permiso, jamás lo conseguirá.

Angélica lo miró con indiferencia y respondió sin titubear: —Si no puedo salvarla, entonces por ella iré al infierno.

Las pupilas de Daniel se contrajeron. Sus palabras destilaban una firmeza absoluta y un desprecio irrefutable. —Puedes controlar muchas cosas, pero nunca podrás frenar la determinación de alguien que está dispuesto a hacer cualquier cosa por otro.

Angélica lo tenía claro: si su madre supiera cómo estaba viviendo, tampoco sería feliz.

En esta vida, el destino parecía haberlas condenado a la separación. Pero seguro que en la próxima, ella se aseguraría de ser su madre, la amaría, la protegería y no permitiría que sufriera jamás.

Daniel pareció profundamente afectado. La miró con incredulidad.

—¿Preferirías morir antes que casarte conmigo?

—¡Sí! Porque casarme contigo sería peor que la mismísima muerte.

Daniel retrocedió un par de pasos, luego, de repente, se agachó. Su expresión reflejaba una profunda desolación. —Angélica, te ruego que me des otra oportunidad. Me equivoqué... Pensé que amaba a otra persona, pero no fue hasta que dijiste que te irías cuando pude verlo con claridad.

—Me has amado durante ocho años. Te pido que sigas haciéndolo, y yo dedicaré el resto de mi vida a compensarte por todo el daño que te he causado.

La mirada de Angélica permaneció inmutable. Observó a Daniel sin responder.

Finalmente, con voz serena, dijo: —La mejor manera de compensarme es anulando nuestro compromiso y dejándome en paz.

Al ver que ella no cedía ni un poco, Daniel se levantó de inmediato.

Su expresión se volvió sombría y un destello de locura brilló en sus ojos.

—¡Ni siquiera en la muerte lograrás escapar de mí! ¡Si no puedes ser mi esposa en la vida, lo serás entonces en la muerte!

Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió y don Octavio entró, apoyado en Brisa.

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