Conquistando al Hermano de Mi Exnovio romance Capítulo 252

De repente, Angélica escuchó un grito desgarrador.

A continuación, se oyó el sonido de algo chocando.

Abrió los ojos y vio al hombre, ya encorvado contra la pared, con los rasgos distorsionados.

Una mano se acercó hacia ella y la abrazó de inmediato.

Sus nervios aún estaban tensos, y, casi instintivamente, Angélica gritó.

—Soy yo.

La familiar voz grave sonaba ansiosa y nerviosa, mientras en sus fosas nasales se mezclaba el sutil aroma de la madera oscura.

Angélica levantó la vista y se encontró con unos ojos profundos.

Era Martín.

Todo el temor y la desesperación se convirtieron en frustración, y sus ojos se nublaron de lágrimas, sin poder pronunciar ni una palabra.

—Está bien, ya pasó... —Martín la abrazó fuertemente, acariciando su espalda en un intento por calmarla.

De repente, se oyó un sonido de movimiento desde atrás.

Angélica, por el rabillo del ojo, observó al hombre, aún recargado contra la pared, levantarse nuevamente. Sacó un cuchillo de su ropa, el cual reflejaba la luz de la luna.

—¡Destruir mi plan, que muera! —gritó el hombre, lanzándose hacia ellos.

Martín, de espaldas, recibió el golpe en su espalda.

Angélica no tuvo tiempo de gritar, empujó con fuerza a Martín hacia un lado y se enfrentó al hombre que venía directo hacia ellos.

Un dolor agudo atravesó su pecho izquierdo, y la visión comenzó a desdibujarse.

—¡Angélica!

Escuchó la voz de Martín, llena de pavor.

Parecía que muchas personas entraban corriendo, reduciendo al hombre frente a ella.

Angélica cayó en los brazos de Martín, su rostro cadavérico como la cera, y sonrió débilmente: —Tú... No estás herido...

—No estoy herido, Angélica, aguanta, llama a una ambulancia.

Martín la levantó en brazos y comenzó a correr con desesperación.

Su conciencia se desvanecía poco a poco, mientras Angélica observaba la quijada tensa de Martín, y la oscuridad la envolvía.

—

Bip, bip, bip...

El sonido de los monitores llegó a sus oídos.

El fuerte olor a desinfectante invadió su nariz.

Angélica lentamente abrió los ojos.

—Te apoyo.

Angélica bajó la mirada, sin saber cómo explicarse, cuando su mano izquierda fue suavemente tomada. Al levantar la vista, se encontró con los ojos de Juana, que la miraban con una sonrisa llena destemple.

En ese momento, la puerta volvió a abrirse.

—¡Angélica, por fin despertaste! —Rosa, visiblemente preocupada, entró rápidamente con una maleta: —Estaba de viaje, y cuando me enteré de tu accidente, casi me da un paro. ¡Cuando salgas del hospital, debemos ir a la iglesia a rezar! ¡Cuántas veces has estado en el hospital en estos últimos seis meses!

Al ver a su mejor amiga en ese instante, Angélica sintió calor en su corazón.

Sin embargo, la persona que más deseaba ver aún no había llegado.

Rosa insistió en quedarse a su lado mientras Juana se retiraba, ya que aún tenía algo de trabajo aplazado.

Apenas salió del hospital, se encontró con Wálter.

Juana desvió la mirada, sin atreverse a mirarlo a los ojos: —Ya llegaste, Angélica acaba de despertar, Rosita está arriba.

Wálter no apartaba la vista de ella.

Al no recibir respuesta, Juana levantó la mirada, encontrándose con sus ojos penetrantes, y, avergonzada, desvió la vista rápidamente: —Bueno, yo... Me voy...

Juana comenzó a caminar, pero en ese momento su brazo fue atrapado.

Intentó soltarse, pero no pudo.

Detrás de ella, escuchó la voz de Wálter: —¿Quieres escaparte de mí toda tu vida?