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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 465

Celia preparó la anestesia y, al volverse, vio que Nicolás ya se había quitado la mitad de la camisa. Los músculos de su brazo eran bastante definidos, no delgados, pero tampoco eran voluminosos. Aparte de César, él era el segundo hombre que veía con buen físico y además guapo.

Nicolás evitó mirar su brazo durante todo el proceso y estaba un poco pálido. Celia recordó que le daba mareo la sangre…

Eliminando los pensamientos distractores, se le acercó.

—¿Te sientes bien?

Él desvió la mirada hacia ella.

—Contigo aquí, estoy bien.

Celia bajó la vista y aplicó anestesia en su herida.

—Estás pálido. No te esfuerces. Si te sientes mal, dime ahora.

—Puedo acostarme, ¿cierto?

Sorprendida por su cooperación, ella tardó unos segundos en reaccionar.

—Sí, claro.

Nicolás se acostó en la camilla. Para no hacerla sentir incómoda, cerró los ojos.

Después de aplicar la anestesia, Celia le dio cinco puntos para cerrar la herida. Tiró los hisopos sanguinolentos en un bote de basura con tapa y le dijo:

—Listo. Estos días no mojes la herida.

Nicolás se incorporó lentamente y observó a Celia, quien estaba ordenando la mesa.

—El atacante... ¿podría estar relacionado con Mario?

Ella detuvo sus movimientos y se puso seria.

—Aparte de él, la verdad no se me ocurre nadie más. ¿Será que me reconoció?

—Sea así o no, estos días quédate en mi casa.

—Pero... —Ella se atragantó.

Él sonrió con resignación.

—Puedes quedarte en la habitación para invitados, sabes que puedo respetar límites.

Celia bajó la cabeza, pensativa. El sistema de seguridad de la casa era bueno, pero en la calle era otra cosa. Si Mario la había reconocido, definitivamente no la dejaría con vida. Después de todo, ella lo había visto en el secuestro… Además, era cierto que Nicolás no era de esos que sobrepasan los límites. Quedarse en su casa un par de días hasta que la policía encontrara pistas, quizás podría dar un giro a la situación...

Celia apretó los labios y aceptó la oferta.

***

El cielo del atardecer ya estaba oscuro. Celia llegó con Nicolás a su apartamento. Él la llevó a una habitación y abrió la puerta.

—Esta habitación solo la ha usado Dylan. Las fundas y las almohadas están limpias. Para aseo tengo artículos desechables, no sé si te molesta.

—No hay problema.

—Usa el baño de afuera. Yo uso el de mi habitación, así que no te sientas incómoda.

Cuando iba a irse, Celia lo llamó.

—Nicolás.

Era la primera vez que lo llamaba por su nombre. Él se volvió hacia ella.

—¿Sí?

—Me alegra tenerte a mi lado.

Aparte de expresar su gratitud, realmente no sabía qué más decir. Nicolás solo sonrió. Sin decir nada, volvió a su habitación.

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