Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 466

Durante algunos días Celia se había quedado en casa de Nicolás. Aparte de ir y venir del trabajo y comer, él se encerraba en su habitación, quizás para evitar incomodarla.

Era su fin de semana libre, y sus horarios no coincidían. Cuando despertó, ya eran las nueve y media. En la puerta del refrigerador había una nota:

[El desayuno está en el microondas].

Al abrirlo, el sándwich aún estaba tibio. Celia se sentía un poco culpable por causarle molestias, así que decidió prepararle una cena esa noche.

En ese momento, sonó el timbre. Para ser exactos, sonó el de su antigua casa. Se acercó a la puerta y miró por la mirilla. Eran dos policías, a uno de los cuales reconocía. Abrió la puerta de inmediato y les preguntó:

—Señores, ¿me buscaban?

El agente mayor se volvió hacia Celia. Quizás ella también le resultaba familiar.

—Usted... ¿es Celia Sánchez?

—Sí, soy yo.

—Es la víctima del intento de agresión en la clínica hace unos días, ¿cierto? —El agente revisó sus notas y la miró—. La he visto varias veces. También estuvo involucrada en el caso de Sira Núñez.

Celia se sintió un poco avergonzada y los invitó a pasar. Se sentaron en el sofá, mientras Celia les servía agua.

—Esta es la casa de un amigo. No sé qué más hay para ofrecerles, disculpen.

—No se preocupe. Solo es una visita de rutina.

—¿Cómo puedo llamarles?

—Yo soy Nuno Molina. Y este joven es mi compañero, Ernesto Parra.

Ernesto sacó una libreta y una pluma, mostrándole una sonrisa amable. Ella correspondió el gesto y preguntó:

—Señor Molina, ¿hay algún avance sobre el agresor?

—Todavía estamos investigando. Pero el tipo tiene buenas habilidades antirrastreo, parece un reincidente. Recuerdo que usted también estuvo en el caso de la explosión del crucero. —Nuno la miró fijamente.

Celia afirmó.

—Sí, estuve presente.

Después de detallar lo sucedido, Nuno descartó sus sospechas hacia ella. Ya había hablado con otros testigos y sabía que ella no mentía.

—Señorita Sánchez, ¿tiene algún enemigo?

Celia hizo una pausa, frotándose la muñeca. Al notar su tensión, él añadió:

—Novato, para arrestar a alguien se necesitan pruebas. Sin pruebas, ¿crees que el tribunal aceptará el caso? —dijo Nuno con amargura.

Se masajeó las sienes doloridas. Si la cosa estaba relacionada con el secuestro "322", la situación sería complicada… En aquel secuestro habían muerto cuatro niños y aún recordaba vívidamente ese día. Cuando encontró los cuerpos de tres niños en la escena, incluso no pudo contener las lágrimas.

Durante un mes entero, soñaba con los niños llorando pidiéndole ayuda. Aunque luego capturaron a los demás sospechosos, dos recibieron pena de muerte y uno cadena perpetua, las vidas perdidas ya no volverían.

Pensando en eso, a Nuno se le ocurrió algo y le indicó a Ernesto que condujera hacia la Villa Ribera.

***

Celia fue al supermercado a comprar los ingrdientes para la cena. Mientras seleccionaba verduras, sintió que la observaban. Pero al volverse, no vio nada extraño. Decidió no quedarse fuera mucho tiempo.

Compró algunos ingredientes rápidamente, pagó en caja y salió del supermercado.

Al entrar en el complejo residencial, no bajó la guardia, sentía que esa persona la seguía. Aceleró el paso, casi corriendo hacia el edificio. Y al entrar, instintivamente miró hacia atrás, pero sus pasos se paralizaron de golpe: a través del reflejado en el cristal de la entrada, vio la silueta de un hombre vestido de negro, de pie a lo lejos. Su figura era esbelta y erguida, y la mitad de su cara estaba oculta bajo una gorra.

Él alzó por accidente la cabeza. Esos ojos profundos la dejaron momentáneamente aturdida. Al darse cuenta de la mirada de Celia, se ajustó la gorra, se dio la vuelta y se marchó. Celia salió corriendo tras él.

—¡César! —gritó.

No obstante, la calle estaba vacía. Ella lo buscó por todos lados, pero no encontró rastro alguno. Se detuvo, jadeando. ¿Habría sido una alucinación? Si no, ¿por qué había pensado que era él...?