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Cuando al fin ella se rindió, él se enamoró romance Capítulo 470

Durante el trayecto, Lía estaba revisando su celular cuando el guardaespaldas le echó un vistazo al espejo retrovisor y le dijo:

—Parece que ese auto nos sigue.

Lía miró hacia atrás y arrugó el entrecejo confundida.

—¿Es él?

Ella reconoció el auto. ¿Ese tal Nicolás Gómez la estaba siguiendo?

—Señorita, ¿quiere que lo dejemos atrás? —preguntó el chofer.

Lía se apoyó la mandíbula en la mano, pensativa.

—Reduce la velocidad a ver si nos adelanta.

El auto redujo la velocidad. El auto de atrás los rebasó y se colocó frente a ellos. Cuando Lía suspiraba aliviada, el auto de enfrente se detuvo de golpe. La frenada brusca casi la lanza contra el asiento delantero.

—¿¡Este tipo está loco!? —El conductor, furioso, se desabrochó el cinturón y bajó la ventanilla, gritándole—. ¡¿Sabes conducir o no?! ¿Acaso compraste la licencia? ¿Te atreves a manejar así?

Nicolás salió del asiento del conductor. Al ver que él emanaba un aura llena de hostilidad, el chofer y el guardaespaldas de Lía se miraron y bajaron del auto. Lía, al ver la tensión, también salió a controlar la situación.

—¡Esperen! ¡Lo conozco! —exclamó con prisas.

Nicolás sacudió un poco la chaqueta para quitar el polvo.

—Señorita Morales, dijiste que habías salido de casa sin dinero y sin un lugar adónde ir, ¿no? ¿Por qué tienes dinero para pagar dos guardaespaldas?

—Pues... —Lía inventó una excusa—. Me los contrató un familiar... ¡Me enteré hoy mismo!

—Ese familiar... es César Herrera, ¿cierto?

Ella se atragantó.

—Tú... ¿qué estás diciendo? Mi primo ya... falleció.

—Sé muy bien que no está muerto —Nicolás la miró con frialdad—. Si no quieres que Celia se entere, llévame a verlo.

Mario rio, luego apoyó la mano en el escritorio.

—Entonces vamos a hablar de cosas que sí conozcas.

Al comprender su insinuación, ella apretó instintivamente las manos.

—Relájate, no te pongas tan nerviosa. La policía me está vigilando, ¿qué más podría hacerte?

Mientras hablaba, se enderezó y se reclinó en el respaldo, manteniendo una actitud cortés.

—Solo quiero saber cómo lograron escapar de ese secuestro.

Durante el secuestro, había cinco vigilantes. Mario solo apareció una vez, probablemente porque alguien lo reconoció entre los niños. Así que solo se encargó de dar órdenes, dejando la vigilancia a sus cómplices.

Frente a los cinco hombres adultos, era casi imposible que los seis niños escaparan con esa gran diferencia de fuerza. Si no hubiera sido porque surgieron conflictos internos y tres de ellos salieron, Celia nunca habría podido engañar a los dos restantes. En ese entonces, ella tuvo mucha suerte de lograrlo.

—No importa si quieres decírmelo. Solo preguntaba. —La mirada de Mario se volvió siniestra, como un halcón acechando a su presa. —Pero, que después de todos estos años, alguien aún pudiera reconocerme... Eso sí me tomó por sorpresa.

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